Con motivo de su 50 aniversario, la editorial norteamericana Marvel acaba de relanzar la serie X-Men partiendo desde sus orígenes. Para este proyecto, ‘La Casa de las Ideas’ ha vuelto a confiar en uno de sus autores más reconocidos, el sanroqueño Carlos Pacheco, que demuestra, una vez más, por qué se le considera un referente en el mundo del cómic.
¿Qué ha supuesto volver a dibujar a los X-Men?
—Es visitar un lugar donde ya había estado hace 15 años. En este tiempo han pasado muchas cosas en términos de historia de los personajes, de estética, y de gente que se acerca a los cómics. Y aunque el criminal visite de nuevo el lugar del crimen, no es lo mismo. Hay algunos personajes que permanecen y otros totalmente nuevos, que son con los que mejor me lo estoy pasando. Por otro lado supone un refuerzo de la confianza que la editorial tiene en mí. Relanzar X-Men desde el número 1 y que piensen en ti después de todo este tiempo significa que sigues estando vivo.
¿Qué novedades tiene la serie?
—Hay nuevos personajes que están siendo un reto para mí, y la historia ya no ocurre en Nueva York, sino en San Francisco. No he estado nunca allí y es difícil visualizar. Afortunadamente tengo Google Earth y las películas para situarme. No es lo mismo dibujar Nueva York, que es un entorno que me es familiar, a tener que mover los personajes en un sitio que no conoces. Tengo que estudiar los edificios, su posición en la ciudad o dónde está el mar para crear una construcción coherente.
¿Qué le parece la endogamia del mundo del cómic, retomar una y otra vez los mismos personajes?
—Ahora parece que se ha abierto un poco. No es por defender mi producto, sino porque realmente se está intentado abrir las posibilidades de los propios cómics. Aunque es cierto que hay una endogamia muy grande que es la que mata el mundo de los superhéroes. Pero es una endogamia que nace de la necesidad de mantener a esos personajes perennemente en el mercado. Porque son franquicias, no son personajes. Hay ocasiones en las que tienes historias fabulosas pero significaría poner al superhéroe en una situación de no retorno, no viable comercialmente hablando. Y eso la editorial no lo va a querer nunca. Los personajes siempre están contando cosas muy interesantes pero es la editorial la que le pone el bozal a esas historias porque son el instrumento con el que ellos ganan dinero.
¿Cómo viven los autores esa “censura” de las editoriales?
—Probablemente siempre vivamos en una relación de amor-odio con los personajes porque sabemos las posibilidades que tienen, deseamos que algún día pudiéramos tener esa libertad para contar lo que ellos nos sugieren, pero por otro lado sabemos que estamos frenados por la propia industria. Es una situación irresoluble. Nosotros somos soldados al servicio de los coroneles. Además, también está el público que demanda una serie de cosas que no son las que a ti te gustaría ofrecer. De todas maneras, yo estoy esperanzado y hago mía la frase de Azcona: “al público hay que darle lo que quiere pero no lo que espera”.
¿Cómo ha ido el proyecto de Thor y su paso al cine?
—Con Thor me lo he pasado muy bien. Ha sido una experiencia muy divertida y me he quedado con las ganas de trabajar más con el personaje, que tiene muchas posibilidades. Me sirvió para entrar en el movimiento Dead Metal escandinavo y el resurgimiento de la mitología nórdica. Para la realización de los story boards preparamos ‘Ultimate Thor’ como biblia, para que los diseñadores lo tuvieran como referencia. Thor tenía más de 500 números y necesitaban concentrarlo. Hay momentos de la película que me gustaron mucho porque eran casi idénticos al Ultimate. Me resultó divertida la aproximación que hizo Kenneth Branagh al personaje.
¿Se plantea dejar los superhéroes y crear personajes propios?
—Me apetece mucho. Arrowsmith nació con esa idea. Pero estando trabajando para las editoriales, siempre buscan que trabajes con sus personajes. Mientras estés atado con contratos en exclusiva, la editorial te va a estar dando esos trabajos, que, por un lado, te apetecen mucho y te engordan el ego, pero que te quitan tiempo para hacer lo que realmente quisieras. Creo que ya va siendo hora de que vaya pensando en otras cosas.
¿Cómo va el proyecto de retomar Arrowsmith?
—Sigo en ello. Gale Hurd, productora de The Wallking Dead, quiere hacer una serie de televisión de Arrowsmith y en diciembre tenemos que presentar el proyecto. Eso implicaría que si saliera tendría que concentrarme en el personaje. Con una serie detrás, si le ofreciera a Marvel hacer Arrowsmith con ellos, no iban a decir que no. Pero por otro lado también tengo mis propios proyectos. Porque la historia, aunque es algo personal, está creada a medias con Kurt Busiek y yo tengo mis propios universos que van por unos derroteros completamente distintos. Tienen ese punto histórico que a mí me gusta. Ya tengo en mente varias historias.
¿Qué actor le gustaría que encarnase a Arrowsmith?
—Cuando trabajo siempre tengo mis referentes visuales. Me ayuda tener en mente a alguien concreto, me ayuda a verlo, a saber cómo se mueve... Cuando creé al personaje pensaba en James Van Der Beek, el protagonista de la serie Dawson crece. Me parecía que era Fletcher, con ese punto un poco inocente, idealista y pausado.
¿Cómo valora el auge de las series de televisión americanas y su relación con el mundo del cómic?
—Hay una relación natural y directa entre las series y los cómics. Las historietas han vivido del concepto de cliffhanger durante muchos años. El ‘continuará’ es parte consustancial del propio cómic. En cierto sentido, las series son el paso a imagen real de lo que siempre han sido los tebeos. Por eso no es nada extraño que proyectos como Perdidos, Héroes o The Wallking Dead surjan del propio cómic, así como sus guionistas y productores. A los fans les alegra mucho ver las cosas que ellos aman convertidas en serie, como ha pasado con el fenómeno de Juego de Tronos. Sin embargo, yo veo con gran tristeza casos, como el de Carnivale, que no tienen el favor del público, cuando son productos mucho más valiosos que The Wallking Dead, por ejemplo.
¿Qué le parece el fenómeno ‘friki’?
—Los frikis gobernamos el mundo. Sociológicamente es muy interesante. Es la toma de posición de poder de la gente que creció conformando una cultura inexistente hasta que ellos llegaron. El hecho de que esa cultura naciera y fuera joven era visto como algo peyorativo por parte de los poderes existentes en aquel momento. Pero la gente que tiene ahora ese poder ha crecido con la cultura popular, con el rock&roll, el cómic, el cine… Lo que no sé es qué va a ser de esa cultura dentro de 40 años, si estará ahí todavía.
¿Cómo ha sido su colaboración con Geek Toys para crear la serie de figuras de los pecados capitales?
—Ha sido un proyecto muy divertido. Geek Toys es una empresa sanroqueña creada por Antonio Barranco, que es muy aficionado a este tipo de figuras. He diseñado la primera serie de la marca, siete esculturas de resina, que está teniendo mucho éxito en Estados Unidos y en España está distribuida por la Fnac. La idea de los pecados capitales la propuse porque creativamente es muy interesante. Es complejo plasmar ideas abstractas y eso hace que haya pocas figuras de este tipo. En el mundo de las esculturas ya había hecho cosas antes con DC y con Marvel, pero ver tus dibujos en imágenes tridimensionales siempre es interesante. Y repetiré sin duda.
¿Cómo es su dinámica de trabajo? ¿Ha cambiado a lo largo de los años?
—Mi manera de trabajar ahora no tiene nada que ver con la que tenía al principio. Durante un tiempo vas preocupándote excesivamente por la calidad, dejando a un lado el ser efectivo en la producción. Después, llegas a un punto en el que consideras que tienes que cambiar la forma de trabajo y entregar con más rapidez, ser más productivo. Ahora estoy en un punto en el que he encontrado un cierto equilibrio. Mi secuencia normal de trabajo es hacer los bocetos en papel de forma artesanal, pasarlos en la mesa de luz, encajar el tamaño de la viñeta con la fotocopiadora y calcarlo en la mesa de luz. Luego se hace el lápiz, se escanea y retocas con en el ordenador. Normalmente tardo un día en hacer una página.
¿Cómo se encaja el ser visto como un referente en el mundo del cómic?
—Lo veo como algo ajeno a mí. Como una especie de adjetivo que alguien tiene que llevar, pero que realmente no es tuyo. Es como un traje prestado, te puede quedar bien pero no es tu ropa, no te sientes cómodo con él. No quiero pecar de falsa modestia pero no le doy el valor que otra gente le da. Para otra mucha gente sí es muy importante, pero para mí no. Pero no porque quiera jugar a ser humilde, sino porque nunca he necesitado ese tipo de consideración. Me parece absurdo calificar el arte como una carrera de caballos. Yo no soy el mejor. En un momento determinado pude ser destacado porque fui el primero, pero hay muchísima gente a la que yo admiro. Les cortaría las manos pero me alegro mucho de que existan. Si me preguntaran quién es el mejor tendría una lista muy larga de gente. No se trata de que haya uno, se trata de sumar, hacer cosas que sean diferentes en cada momento.
¿Y cómo es el trato con ‘los mejores’?
—Me he llevado algunas decepciones. Pero también he tenido satisfacciones muy grandes. Los lectores les damos forma a los autores en nuestra imaginación, pero la gente es gente. Me sigue resultando chocante tener una relación familiar con artistas míticos, como Chris Claremont, el creador de los X-Men. Ese vínculo personal con autores con los que has crecido y has admirado me choca. O con Howard Chaykin, el enfant terrible del cómic norteamericano, que nos hemos hecho muy amigos hablando de música. En realidad te das cuenta de que esa admiración profesional es consecuencia de compartir un mundo estético con ellos.
¿Cómo han influido las redes sociales en el mundo del cómic?
—Las redes sociales han aportado una visión distinta en la relación del creador con el público y en la relación entre los creadores. Antes el contacto entre profesionales y con el público se limitaba a las convenciones. Pero ahora nos hemos acercado más. Además, las redes sociales me han servido para que la gente no me construya, que es algo que el aficionado suele hacer. Salvo alguna entrevista dispersa, antes sólo te conocían por tu trabajo. Usar las redes sociales para que el lector descubra cuáles son tus gustos e intereses ayuda a que entienda por qué tu trabajo es como es. Le da una visión global del autor y le hace comprender por qué le gusta o por qué no.
¿Qué súper poder le gustaría tener?
—Me gustaría ser el Doctor Manhattan de Watchmen que tiene el don de la ubicuidad. Poder hacer mil cosas distintas y aprovechar el tiempo. Algo que me crea mucha insatisfacción de esta vida es que cuando te vas te has dejado tanto por descubrir... Cómo puede haber tantas cosas que me gustaría hacer y que haya tan poco tiempo. A mí siempre me han faltado horas. Así que más que volar o soltar rayos por los ojos, aunque a veces no vendría mal, me gustaría tener el don de la ubicuidad.