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El estigma de ser republicano (II)

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En 1933, la clase obrera comenzaba a estar desencantada al no ver cumplidas las expectativas creadas con la proclamación de la República, además de que los hechos ocurridos el 13 de febrero de 1933 en Casas Viejas (Cádiz), habían abundado en el descrédito del Gobierno, lo que llevo a la convocatoria de elecciones, celebradas en el otoño de 1933, con un resultado a favor de los partidos de derechas, que desencantó aún más a los trabajadores de toda clase, que esperaban la destrucción de las reformas sociales alcanzadas hasta el momento.

Aunque el número de votos casi igualaba a toda la izquierda con los conseguidos por la Coalición, la Ley Electoral le dio el triunfo a ésta (el contencioso con la Ley Electoral no es nuevo). La creación de Gobierno por la coalición del Partido Radical (derecha republicana) y la CEDA, (formada por monárquicos y grupos que propugnaban por una Estado al estilo de Italia), que en principio no fue permitida por el Presidente de la República, si tomó cuerpo en noviembre de 1934.

El Partido Radical, en contra de lo que se esperaba por la mayoría de los ciudadanos, incrementó el presupuesto para la educación, creo el seguro de desempleo, hizo grandes inversiones en obras públicas, consecuencia de su idea de Estado, y si bien no abolió, como también se esperaba, la reforma agraria, tampoco la impulsó, ligado como estaba a los estamentos más reaccionarios, propugnó una ley para fijar haberes al Clero, medida nada popular y comenzaron a recortarse solapadamente los derechos y libertades de los trabajadores y sus representantes, sobre todo las libertades.

Con motivo de la celebración del 1º de mayo de 1934 se detuvieron a cientos de manifestantes, sobre todo comunistas y anarquistas, en una clara política encaminada a minar los movimientos proletarios. La tolerancia estaba bajo mínimos. Con la entrada de la CEDA en el Gobierno –noviembre de 1934-, se convoca una Huelga General y a raíz de ésta se produce una revolución armada en Cataluña y Asturias con más virulencia que en otras regiones, acabando con la intervención del Ejército, con cientos de muertos y miles de detenidos. Ingresaron en prisión el Gobierno de la Generalitat y el comité de huelga, como principales de las revueltas, y el propio Azaña permaneció en calidad de detenido en el destructor Sánchez Baizcartegui, en el puerto de Barcelona.

Un nuevo episodio de corrupción, esta vez por unas maquinas de casino destinadas a San Sebastián y Mallorca, minó al Gobierno, que se vio abocado a convocar elecciones en noviembre de 1935, señaladas para febrero de 1936. La participación en el “negocio” de unos extranjeros, Strauss y Perl, acuño la palabra estraperlo.

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