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Jueves 25/04/2024  
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Jerez

El "ayer" de La Salle de Cristina

Ante el reencuentro de la última promoción del centro escolar que los hermanos lasalianos tenían en Jerez y que finalizó su recorrido en junio de 1971

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  • Reencuentro de antiguos alumnos lasalianos -

Comentaba el letrado Jesús Rodríguez, con su fina ironía, que la reunión del pasado sábado de antiguos alumnos del curso 70/71 del Colegio La Salle de Cristina iba a ser publicado en el Ayer. Y no solo se refería a esa cabecera que se fusionó en 1963 con la del semanario La Voz del Sur para que el único rotativo local de aquel entonces tomase ese segundo nombre hasta su cierre, por imperativo gubernamental, el 30 de marzo de 1984 sino que, entiendo,  se trasladaba a ese tiempo pasado en el que los de la generación del 54 y 55 hicieron historia porque se convirtieron en la última promoción de ese cuarto centro escolar que los hermanos lasalianos tenían en Jerez y que finalizó su recorrido en junio de 1971 para vincularase al ya existente en la calle Antona de Dios y que tenía por nombre Buen Pastor.

Y es que, cincuenta y dos años después del cierre de ese colegio, cuya arquitectura enseñoreba aún más la llamada Alameda del Marqués de Domecq y que antes fue Instituto Padre Luis Coloma y con mucha más anterioridad Hospital de La Candelaria, alumnos de ese último curso, sexto del maratoniano y complicadísimo bachiller de entonces, se sentaban para compartir mesa y mantel en el restaurante El Molino para rememorar años de travesuras, de convivencias en clases de casi cincuenta alumnos, de profesores que dejaron estela y de religiosos del babero que hicieron camino al andar de muchos niños y adolescentes, entonces eso de los colegios mixtos como que no existían, que luego cuando se dieron de bruces con la realidad de la calle o de las aulas universitarias daban las gracias al nivel que exigían aunque, en el momento, pareciesen días de muy duro aprendizaje.

Para los Juanjo, Soto, Souto, Herrera, Rodríguez, Fernández Pérez, Barcell, Fernández Martínez, Montes, Pérez García, Quevedo, Fatou, Arcas, Ontañón, Cantalejo, Gavilán, Pérez Muñoz, Riveriego, Holgado y para el que suscribe fueron horas de gratos recuerdos de ese Manuel Pareja Gey, que sigue entre nosotros, de Manuel de Caso, de hermanos de nombres Enrique, José Luis Arce, Jaime, Miguel, Martín, Julián, Crescencio, Orestes, "Floripondio" o Juan Delgado, el director de las bolitas de anís, o Roberto Arranz, que fue el que inició el proceso de venta del edificio escolar a Rumasa y el que no terminó de ver la opción de construir uno nuevo en la zona donde se ubica ahora Piscinas José Laguillo y el campo de fútbol Manuel Millán y que, en esos ayeres, fueron los campos de La Salle, amén de profesores como Prieto Bononato, Amezcua, Malpica, Muñoz Pan, San Zamorano, Alejandro Muñoz, Fernando Suárez, el de Educación Física con ese potro que algunos saltaban con estilo y suficiencia y otros dejaban en él todo lo que tenían que dejar, o los sacerdotes don Claudio, don Maximino, el dominico Ernesto Cañizares.

Nombres que medio siglo más tarde están en la mente de todos, con lo que de positivo tiene ello. Tan positivo como fue ese reencuentro, al que en próximas citas se añadirán otros que, por causas diversas, no pudieron estar y en el que siempre estuvieron presentes gente como Paco Zapata, Luis Vázquez, Agüera o Ruiz Molina que, desafortunadamente, se han ido antes de tiempo.

Los últimos mohicanos de ese Colegio La Salle de Cristina, del que los que no peinen ya muchas canas ni siquiera tienen recuerdos de su existencia, estuvieron de vuelta de ese ayer de Jesús para reencontrarse en un hoy con muchas hojas de almanaques pasadas, con muchas experiencias vividas en los órdenes personales y profesionales, con muchas jubilaciones ya ejercidas, aunque algunos aún se resisten, con muchas emociones de un reencuentro que parecía no iba a llegar nunca y con la esperanza de que durante muchos años se puedan seguir sentando para, desde la placidez de los deberes cumplidos, seguir mirando al horizonte y continuar viendo ese patio grande donde tantos partidos de baloncesto y futbito se disputaron o aquel interior donde el protagonista era el balonvolea e, incluso, esas formaciones bien alineadas antes de subir a las clases en la primera planta. Y también, por qué no, sentir el dolor en la cara porque una mano voladora se había posado sobre ella.

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