Acaba de dejar su cargo como delegado diocesano de Hermandades y Cofradías, una misión que le fue encomendada por el obispo de Asidonia-Jerez, Juan del Río, hace ahora 18 años. Desde ayer sábado ocupa este puesto Elena Gómez, iniciándose así una nueva etapa en un órgano dependiente del Obispados cuya labor resulta a veces ingrata y genera incomprensión por parte de los cofrades.
¿Había llegado ya el momento del relevo?
–Entiendo que sí y de hecho a principios del curso pasado ya hablé con el señor obispo para que de algún modo se aprovecharan los cambios que pudiera realizar. Entiendo que ya tenía que irme y lo hago muy contento porque he tenido ocasión de trabajar por la Iglesia y por esta parcela que son las hermandades. He contado con un fantástico equipo de personas entregadas, que ha tratado de ser siempre terriblemente honrado y al que le tocó poner en marcha esta delegación.
¿Qué delegación va a encontrar su sucesora?
–Va a encontrar una delegación muy viva y sé que lo va a hacer bien y que va a trabajar por el bien de las hermandades. El reto en cuanto a trabajo es inmenso. Ya le he comentado que esto requiere de mucho sagrario y oración.
¿Se ha sentido como ‘el malo de la película’?
–El problema es que hay gente que no entiende que la Iglesia es jerárquica, que si hay unas normas hay que cumplirlas y que debe haber personas encargadas de procurar que se cumplan. No se puede estar de acuerdo con las cuestiones que plantean personas que van en contra de la misma Iglesia. Si entonces salen enfadadas de la delegación, pues lo sentimos.
Lo dicho, ‘el malo de la película’...
–Pues si ha sido así ya no me acuerdo. Sí recuerdo algún titular ofensivo en un periódico, pero yo llego a mi casa, me acuesto y duermo tranquilo, porque tengo mi conciencia muy tranquila. Cuando empezó el problema de la Hermandad del Prendimiento hice un papel eximiéndome de todo lo que se hiciera, porque había una cuestión familiar de por medio. De la delegación no salió ni un papel firmado, porque nos eximimos. Quienes actuaron fueron el vicario general... Es cierto que para muchas personas el papel de la delegación es la del malo de la película, pero a los cofrades, que trabajan con mucha ilusión, hay que recordarles que cuando piden algo pueden encontrar dos respuestas: un sí o un no. Cuando se les dice que sí todo el mundo es muy bueno, pero cuando las cosas que plantean no se pueden hacer por cualquier motivo, entonces la cosa cambia. Las hermandades son una parte importante de la Iglesia, pero tampoco pueden creerse el ombligo del mundo.
¿Lo más satisfactorio de estos 18 años al frente de la delegación?
–Me quedo con el trabajo que se ha hecho por las hermandades. Darte y gastarte trabajando por las hermandades es muy satisfactorio y luego hay momentos que no se pueden olvidar, como las caras felicidad que ves a tu alrededor cuando llegas a una hermandad nueva o cuando me ha tocado leer el decreto de una coronación canónica..., o simplemente echando un rato con los hermanos de la cofradía.
También hay momentos muy ingratos...
–Pero de esos no me acuerdo… Puede que haya diez o doce personas que estén contentas porque me vaya, pues bendito sea Dios, porque este relevo va a suponer una satisfacción a alguna persona que a lo mejor lleva 18 años sin una alegría... Me quedo con las vivencias personales. Por ejemplo, he tenido ocasión de trabajar en la Conferencia Episcopal con un grupo muy importante de sacerdotes donde yo era el único seglar y eso me permitió vivir una experiencia única en Roma, que fue leer la primera lectura en una eucaristía presidida por el Santo Padre en la plaza de San Pedro.
¿Se va con alguna espinita clavada?
–Quizá la de no haber podido desarrollar más toda la parte formativa, que es uno de nuestros grandes problemas y carencias. Las hermandades son hijas de nuestra sociedad. En esa sociedad encontramos falta de preparación en todos sitios y las hermandades no van a ser ajenas. Hoy los jóvenes salen del Bachillerato con suspensos y se van la Universidad cuando en ocasiones apenas saben leer y escribir. En las hermandades ocurre algo parecido. Hay gente que se mueve por el corazón y el sentimiento, que es muy importante, pero no es suficiente. Eso nos lleva a querer sacar a nuestras imágenes a la calle continuamente, cuando tenemos que darnos cuenta de que no se trata sólo de eso, porque a veces salen algunas imágenes y hay muy poquita gente en la calle para verlas, porque igual es que la gente ya se ha cansado. Esa parte formativa es la espinita que me llevo, que no se haya desarrollado más.
¿Por dónde cree que va a caminar la delegación en esta nueva etapa que ahora comienza?
–El futuro lo marcará el obispo. Uno de los campos en los que hay que trabajar es precisamente ese de la formación y ahí tendrán que implicarse también los directores espirituales. Por lo demás, es el señor obispo el que debe marcar las pautas de trabajo. Aquí hay una labor diaria a la que debe responderse y ya después esa parte formativa de la que hablaba.
Y a partir de ahora qué...
–Tengo más vida... Hay gente que se pregunta de qué voy a comer a partir de ahora y quizá no sepan que no he cobrado nunca nada por ejercer esta labor. A los tres o cuatro años de mi nombramiento me jubilaron por un problema en las cuerdas vocales. Recuerdo que Juan del Río estaba preocupado por mi estado de salud y cuando ya supo de mi jubilación me dijo: “Que tu pensión te de para comer, que yo te voy a preparar para la vida eterna”...
Pero le va a quedar mucho tiempo libre...
–Hace dos o tres meses me comprometí con mi párroco, don Manuel Lozano, para trabajar con los libros de bautizos de mi parroquia…, y cuando alguna hermandad necesite algo de mí me tendrá. También estoy a disposición de mis hermandades del Nazareno y del Santo Crucifijo, pero dejando claro que no voy a ocupar ningún cargo en ninguna junta de gobierno, que fue lo que dije hace 18 años cuando me nombraron delegado. Eso lo voy a mantener...