Si se quiere, se puede. La proclividad de los que están de vicio por pintarnos un panorama alentador a corto plazo, cuando ellos, en todo caso, no se juegan nada, produce náuseas. Hete aquí a políticos de los principales partidos, franquicias de éxito prolongado pese a la crisis, alardeando de proximidad a los problemas de los ciudadanos cuando la realidad cotidiana dicta que su patrimonio personal, lejos de resentirse, no para de engordar. No hace falta echar mano de lanzas y urdangarines para avalar la teoría, reparen en cualquiera de los profesionales de la política jienense: se hartan de discutir de las estrecheces y penurias de las clases más desfavorecidas, pero en verdad esas situaciones les resultan completamente ajenas. La inmensa mayoría de la dirigencia política que conozco no tiene que lidiar a diario con el paro en primera persona, ni está en riesgo de exclusión social, ni le afecta los cambios legislativos en materia educativa porque sus hijos terminan en los colegios que le da la gana. Siempre parecen estar a punto de empezar sus vacaciones. Hablan de la creciente miseria económica a sabiendas de que por sus casas ese tipo de desgracias acostumbra a pasar de largo. Proclaman su deseo ferviente de recuperar la confianza de la gente, aunque en pos de ese objetivo no estén dispuestos a renunciar a ninguno de sus privilegios.
Repite como parlamentaria andaluza, cierra sus dos tiendas, esgrime pérdidas para reducir a su mínima expresión la indemnización de despido de las dependientas, se compra un jaguar, su marido un bmw, se mudan a una casita con posibles, y a vivir que son dos días. No es ningún garbanzo negro, llama la atención simplemente porque acaba de subirse al tren del progreso. La regeneración democrática, con ellos en los escaños y en los despachos, se antoja quimérica. La mesa presidencial del Parlamento de Andalucía, en pleno, con los tres grupos representados, se sube los sueldos de tapadillo en marzo, y cuando es descubierta hace apenas unos días, se niega en rotundo a la disculpa pública. Conclusión. No es cuestión de poder, sino de querer. Cae, de penalti injusto, el Real Jaén en Vitoria apenas unas horas después de que el pleno consistorial aprobase –con los votos del mayoritario PP- la consolidación de las horas extras y la productividad de policías locales y bomberos en forma de complemento específico: una carrera a la que se van uniendo todos los funcionarios y empleados públicos de la administración local, por más que sepan que las medidas de austeridad del Gobierno central, vía también anteproyecto de ley de racionalización de los ayuntamientos, apunten a la supresión de sobresueldos y gratificaciones. Ni se podría ni se debería.
Adioses
Fiesta PSOE. La de la Rosa, en Ifeja. Mitin y almuerzo. Rubalcaba y Griñán, en plan estelar. En primera fila, asimismo, Zarrías, Reyes y Micaela, a prudencial distancia, ella, por descontado, del presidente andaluz. El amortizado líder federal, en clave despedida como Mouriño, señalaba su preocupación por la negociación de la PAC que está haciendo el Gobierno Rajoy en Bruselas. Ya saben aquello de la tasa plana que se le escapó a Arias Cañete. Cabría preguntarse, no obstante, qué virtualidad tienen estos encuentros cuando la concurrencia acude porque no le queda otra. Premoniciones PP. En efecto, hay miembros de la tripulación que confirman que José Enrique podría no repetir como cabeza de cartel dentro de dos años. Las encuestas internas que maneja la casa advierten de pérdida notable de apoyos tanto en Jaén como en Andújar. Dos mayorías absolutas que se tambalean. Si fuera así, García Anguita reclamaría para sí el reto. Sus seguidores ven mejor a Miguel Contreras compitiendo por la alcaldía de Bailén que tomando partido en este debate. Ya te digo.