La ansiedad y la soledad siguen siendo los principales motivos de las llamadas al Teléfono de la Esperanza, que están aumentando, a lo que se ha sumado en los últimos días, coincidiendo con el confinamiento por la crisis del coronavirus, el padecimiento de enfermedades o el temor a contraerlas.
De las 76 llamadas en Sevilla durante la semana del 2 al 8 de marzo, se pasó a 147 en la siguiente, y en solo tres días de esta semana (desde el lunes hasta el miércoles) se han recibido unas 70.
Pero ha sido en Madrid y Murcia, comunidad esta última a la que se desplazaron muchas de las personas que disponen de una segunda residencia, donde se ha producido un repunte notable, según los datos aportados a Efe por el coordinador técnico de la Asociación Teléfono de la Esperanza de Sevilla, Jesús Morales.
La de Sevilla, constituida en 1971, fue la primera sede de esta asociación en España, donde cuentan con 29 centros, y sólo en la capital andaluza colaboran ochenta voluntarios que dedican una media de cinco horas a atender las llamadas.
La pandemia del coronavirus ha obligado a modificar el servicio que presta esta asociación, que sigue siendo de veinticuatro horas, pero ahora las llamadas a la centralita se han desviado para que los colaboradores puedan atenderlas desde sus casas, mientras que a la sede sólo acude el coordinador técnico para atender las tareas administrativas.
Siguiendo las instrucciones del Gobierno y las autoridades sanitarias para frenar el avance del COVID-19, la Asociación del Teléfono de la Esperanza, a través de los 29 centros, ha suspendido todas las actividades grupales y las que implican permanencia de público en sus instalaciones.
Los voluntarios, muchos de ellos jubilados, están "entrenados" para ayudar a aliviar las inquietudes de quienes recurren a este servicio, que cuenta también con un equipo de psicólogos, una orientadora familiar y hasta un asesor jurídico para atender -un día a la semana- a quienes llaman con problemas en este ámbito. Todos colaboran de forma altruista.
La asociación dispone además de un departamento de orientación del voluntariado y los colaboradores pasan por un periodo previo de formación "muy intenso" que incluye tres módulos, el último de ellos de orientación telefónica a personas en situaciones de crisis.
Según Morales, las personas jubiladas son las que más se ofrecen como voluntarios porque esta tarea requiere un compromiso estable.
Cuando quienes atienden las llamadas consideran que su ayuda es insuficiente para la persona que recurre a este servicio, se les deriva a uno de los doce psicólogos, mientras que los casos relacionados con separaciones, divorcios o problemas familiares son atendidos, si es necesario, por una orientadora familiar.
La asociación cuenta también con dinamizadores de grupos que imparten talleres abiertos a toda la población con una temática diversa: desde cuestiones relativas a la inteligencia emocional y la resolución de conflictos, hasta el proceso del duelo, del perdón, y también algunas técnicas de relajación.
Al Teléfono de la Esperanza llaman más las mujeres que los hombres (la proporción es de 60-40), y la mayoría tiene más de 35 años.
Cada llamada en busca de esperanza tiene una duración media de 25 minutos, tiempo en el que se deja hablar y descargar la ansiedad a quien pide ayuda, y en el que el voluntario actúa como un "espejo" para que sea la persona que llama la protagonista y acabe desarrollando sus propias respuestas y alternativas.
Aunque hay llamadas por tentativas de suicidio, no son éstas la mayoría, asegura Morales, que además considera que el hecho de llamar en situaciones límites es un dato positivo: "ya no es un tema tabú".
Y cuando desde el otro lado del teléfono detectan problemas psiquiátricos, se les deriva a los recursos especializados.
Soledad e incomunicación, crisis vital, trastornos de ansiedad, problemas familiares, estados de depresión y crisis por enfermedad son los motivos más frecuentes de las llamadas, que se disparan durante la "hora violeta", ese momento del atardecer que genera cierto desasosiego.