El debate de investidura que comenzará el martes en el Congreso será el decimotercero desde que, en 1977, se celebraron las primeras elecciones democráticas, casi cuarenta años en los que sólo un candidato, Pedro Sánchez en el pasado mes de marzo, no logró ser elegido presidente del Gobierno.
Desde entonces los siete candidatos han preparado con esmero sus discursos de investidura, en los que exponen sus grandes líneas de acción y su compromiso con los ciudadanos, una declaración de intenciones que es una radiografía de los últimos años del país.
La investidura de Mariano Rajoy, que comenzará el martes con su discurso ante el Pleno, puede convertirse en la segunda fallida en este año, después de la de Pedro Sánchez, ya que en ambos casos el apoyo prestado por Ciudadanos no es suficiente para conseguir la mayoría.
Hasta ahora todos los presidentes habían logrado salir investidos del debate al que se sometieron Adolfo Suárez (1979), Leopoldo Calvo Sotelo (1981), Felipe González (1982, 1986, 1989 y 1993), José María Aznar (1996 y 2000), José Luis Rodríguez Zapatero (2004 y 2008) y Mariano Rajoy (2011).
En los discursos suele haber elementos comunes y referencias a los principales problemas de España que, a pesar del paso de los años, parecen vigentes.
Suárez (30 de marzo de 1979) apelaba a la sociedad "para remontar los problemas" y se refería al "adverso contexto internacional" que condicionaba "el marco real de posibilidades para superar la crisis".
"Hay que poner a los ciudadanos y a los grupos sociales ante esta realidad por amarga y dura que nos parezca, y ese es el incómodo papel que hará suyo el Gobierno", decía Calvo Sotelo (18 de febrero de 1981).
Cuando Felipe González ganó las elecciones en 1982 y pedía la investidura al Parlamento el 30 de noviembre, consideró su prioridad la lucha contra la crisis económica y el paro, "una plaga prácticamente mundial, agravada en España en comparación con los países desarrollados".
"El paro sigue siendo el principal problema de la economía española", dijo Aznar catorce años después, en su discurso de investidura del 3 de mayo de 1996, y estableció otra prioridad que también suena actual: "la reducción del déficit es el objetivo más importante".
Zapatero, el 15 de abril de 2004, quiso hacer un "pronunciamiento previo: mi Gobierno asume, como criterio que guiará su actuación, el principio de estabilidad presupuestaria".
Mariano Rajoy (19 diciembre 2011) describió la situación del país y resumió el esfuerzo y sacrificio con el que iba a afrontar la crisis: "Me propongo dedicar toda la capacidad del Gobierno y todas las fuerzas de la nación a detener la sangría del paro".
"Las expectativas sobre los dos próximos trimestres, no son nada halagüeñas. El panorama, señorías, no puede ser más sombrío", reconoció.
Pedro Sánchez (1 marzo 2016) hizo un llamamiento a todos los diputados para hacer posible "el gobierno del bien común" y no prolongar el bloqueo político, tras advertir a Podemos de que no es viable el cambio solo de la mano de los partidos de izquierdas.
"Si la mayoría de los españoles y diputados de la Cámara quiere un cambio de gobierno, ¿por qué no lo llevamos adelante? Sólo hay dos alternativas: o no hacer nada y dejar a Rajoy y su gobierno en funciones o apostar por un cambio nacido del diálogo y el acuerdo", resumió Sánchez la disyuntiva política del momento.
La primera vez que se sometieron a la confianza del Congreso, todos prometieron reformas.
Adolfo Suárez avisó que su gobierno no iba a hacer "una política revolucionaria, pero realizará reformas profundas y rigurosas que modificarán seriamente las estructuras" del país.
Calvo Sotelo, que llegó al Gobierno prometiendo continuidad y a cuatro días de la intentona golpista del 23F, señaló: "Piensan muchos que sobre España parecen haber caído al mismo tiempo demasiados problemas y creen que es necesario un cambio en la manera de gobernar".
El candidato que se identificó más con el cambio fue Felipe González de 1982, que hizo un discurso de investidura prolijo en detalles de las políticas que se llevarían a cabo inspiradas en la "paz, unidad y progreso".
José María Aznar, obligado a pactar con los nacionalistas, hizo muchas referencias al acuerdo, los consensos, la defensa del pluralismo y la diversidad territorial.
Situó un objetivo claro: que España cumpliera los objetivos de convergencia que establecía el Tratado de Maastricht y prometió para ello un Ejecutivo "dialogante, austero, transparente y reformista".
También en el primer discurso de investidura de Zapatero en 2004 quedaron claros los ejes de lo que serían sus políticas.
Fue el discurso del famoso "talante" que tuvo una larga introducción dedicada al terrorismo; hacía un mes del atentado del 11M.
Entonces ya anunció un plan de atención a la dependencia, una ley de igualdad de género y la modificación del Código Civil para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Rajoy se comprometió a no aceptar "que haya en España una generación que pudiera perderse porque encuentra cerradas todas las puertas" y ofreció "defender la unidad, dialogar sin cansancio y asegurar la justicia en el reparto de las cargas".
Anunció una política de máxima disciplina presupuestaria y calculó que España debía ahorrar en 2012 más de 16.500 millones de euros para poder cumplir el compromiso con el déficit.
La apuesta por otro modelo económico ante el "fracaso" de la política del PP fue uno de los ejes de la intervención de Sánchez, quien consideró prioritario centrarse en crear empleo y reducir el déficit sin recortar en gasto público.
Quizás algunas de las citas anteriores vuelvan a aparecer con Rajoy, pero lo que es seguro es que coincidirá con sus antecesores en la forma de acabar, ya que, con pocas variaciones, esa exposición de planes para gobernar suele terminar con la formula: "y para llevar a cabo ese proyecto es para lo que solicito la confianza de la Cámara".