Cada tiempo tiempo cuenta, aunque sea una hora. Con el adiós del mes de marzo y con la primavera ya presente desde la semana pasada, en la madrugada del sábado (a las 2), tendremos que cambiar el reloj a las 3 de la mañana. Sesenta segundos que de una forma u otra le ‘robaremos’ a la cuarentena que venimos teniendo por el Estado de Alerta provocado por el Covid-19 desde que el Gobierno lo decretó el pasado 14 de marzo.
A las 2 de la mañana serán las 3. Es decir, dormiremos una hora menos, pero a cambio tendremos días más largos en cuanto a luz se refiere. Como se ha podido ver en las últimas semanas, las tardes cada vez son más largas y llegarán a su punto álgido en la Noche de San Juan en junio.
Ya no habrá que cambiar el reloj de nuevo hasta el 25 de octubre cuando haya que atrasarlo. Entonces a las 3 de la mañana volverán a ser las 2 y se ganará una hora de sueño, pero se perderá de luz.
Más allá de la coyuntura actual, para algunos tiene ciertos beneficios el cambio de hora, especialmente para los que trabajan esa noche en turno nocturno. Sin embargo, y a pesar de que pueda parecer un cambio liviano, el cambio al horario de verano tiene muchos efectos en el organismo: esta modificación tiene consecuencias sobre la cantidad y calidad del sueño, tal y como señalan varios estudios, algunos de los cuales sostienen que el riesgo de infarto de miocardio aumenta durante la semana después del cambio de horario de verano.
Efectos en la salud
El cambio al horario de verano suele tener efectos molestos (en forma de insomnio, somnolencia, irritabilidad o mareos), sobre todo en niños y ancianos. Se han realizado muchos estudios acerca de sus consecuencias, aunque ninguno de ellos ha aportado resultados concluyentes.
Lo que sí es un hecho es la alteración del sueño debido al cambio de hora, ya que el horario de trabajo sigue siendo el mismo aun habiendo dormido una hora menos. La ruptura de la rutina del sueño produce un efecto similar al del jet-lag, o un aumento de migrañas.
Esto puede producir, según una investigación elaborada por científicos españoles, un aumento de la mortalidad en las carreteras de 1,5 vidas perdidas cada año.
Las razones se relacionan con la fatiga, debido a la acumulación de una hora de sueño. Otra eventual consecuencia de la alteración del sueño sería un incremento en el número de infartos agudos del miocardio de entre un 4% y un 29%. La tasa de ataques cardiacos durante los primeros tres días de la semana después del cambio al horario de verano aumenta aproximadamente un 5%, según el European Review for Medical and Pharmacological Sciences.
Pero los humanos no somos los únicos que sufrimos el cambio de hora. Se investigan también los problemas que pueden afectar a los animales, sobre todo los de granja. El cambio horario altera las horas de alimentación, por ejemplo en los cerdos, provocándoles ansiedad. También modifica las horas de ordeñar a las vacas (se les extrae la leche cada 12 horas), lo que provoca pérdidas en el total de litros obtenidos al final del día.
El cambio ¿hasta cuando?
Esta es la pregunta que, cada año, se hacen miles de personas. La Comisión Europea propuso que en 2019 se realizara el cambio horario definitivo, después de una consulta pública europea en la que participaron 4,6 millones de personas de las cuales el 80% se pronunció a favor de suprimir el cambio de hora y mantener el horario de verano durante todo el año.
Ahora bien, habrá que esperar como mínimo hasta 2021 para que llegue ese momento: comisión de Transporte y Turismo del Parlamento Europeo ha apostado por retrasar hasta esta fecha la decisión de la Comisión Europea, de forma que los diferentes gobiernos nacionales del continente tengan más tiempo para decidir si cada país se queda con el horario de verano o el de invierno.
España, de momento, ha asegurado que ni adaptará su huso horario al de Canarias (como indican algunos expertos según la situación geográfica de nuestro país) ni acabará con los cambios horarios. Sin embargo, para que eso pueda ser definitivo, aún queda un año.