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Desde la Bahía

La sencillez de la palabra

La mirada, el gesto y el guiño se le unen y la veneran y la imagen deshace para siempre el criterio vulgar que hace creer que ella es mejor que mil palabras. 

Publicado: 20/12/2020 ·
22:23
· Actualizado: 20/12/2020 · 22:23
  • Púlpito.
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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La mirada, el gesto, la imagen, el guiño, el movimiento de cabeza indicando afirmación o negación, el encogimiento de hombros como signo de indiferencia, son expresiones que tuvieron una vigencia especial en el principio de las relaciones humanas y hay que reconocer que no han perdido ni un ápice de su valor. Pero cuando las cuerdas vocales fueron capaces de emitir sonidos comprensibles y apareció la palabra, es el momento en que el homo sapiens inicia su camino - que luego completaría la escritura - en el mundo de las relaciones personales, del saber, del enseñar, del persuadir con la elocuencia y de la belleza del lenguaje con la poesía.

La palabra es el mayor descubrimiento llevado a cabo por los seres humanos. Nació para estrechar nuestras relaciones y entendernos. Fue el río que esperaban los cultivos para crecer y dar frutos,   

Nadie pone una campana en medio del desierto. Es en las torres de las Iglesias donde su sonido alerta a los fieles sobre una determinada liturgia religiosa. La palabra tiene un fin único y esencial: precisa ser escuchada. Sin oídos no hay maestros, ni líderes, ni profetas. El silencio es para la soledad. El tumulto para la alegre vida de comunicación.

En las Iglesias, los púlpitos han sido abandonados, en un destierro inmóvil, que su arquitectura, estética y tradición no merece. Desde su altura, la aguda e inteligente palabra del ministro eclesiástico, nos recordaba los preceptos divinos y el camino para una vida ordenada, responsable y de respeto consigo mismo y con los demás. Lo esencial era el carácter que imprimía a lo que se comunicaba.

Las tarimas de las aulas, con una tradición científica, verdadero bosque de sapiencia, ahora ven con ánimo depresivo, cómo lo interesante para el alumno nos es la sabia exposición del profesor, sino los escuetos esquemas que le proyecta, base para aprobar la asignatura y tras ello olvidarse de ella. Hemos sustituidos el oro por cobre, olvidando sus dotes conductoras y su brillo.

Las tribunas de oradores, sobre todo las que más importan a los ciudadanos, las de los parlamentos, se han afiliado a los improperios, al insulto, a los argumentos antisistema y al vocerío rupturista. En los atriles de las Academias, cada vez es mayor el porcentaje de exposiciones que no tienen mayor contenido que el de la solapa de cualquier pasta de libro bibliográfico.

Los mítines de plazas y alamedas, son idénticos a los de los charlatanes que nos ofrecían duros a tres pesetas. Las tertulias presumen de lo que escasean, conocimiento, experiencia y libertad, al quedar sometidas a los flujos de los colores políticos.  Las maderas de las barras de los bares, se han cubierto de barniz, para permanecer impermeable a tantas sandeces de los pseudointeletuales de moda. Las fuentes de inspiración para una oratoria en los medios de comunicación, son ahora en algunos programas - como deciamos de niño, “chivatos” disfrazados con el eufemismo de “fuentes de investigación” . La palabra cae por el plano inclinado de la falta de valor, rigor, confianza y aprecio y precisa de un grabado irregular y unipersonal que llamamos “firma” para poder ser creída.

Preciosa Navidad. La familia se reúne en torno a una mesa. La Cena está servida. A los postres, el padre se levanta, toma la palabra, su voz es muy quebrada, entusiasta y tierna. Abuelos, esposa, hijos, nietos, la verdad está aquí, en este núcleo que llamamos familia. Aquí es donde tiene que fluir el amor, sin tintes disfrazadores. Las diferencias las corregiremos con ternura, las coincidencias con alegría. A los padres no nos importa el hacer todos los sacrificios posibles para que los hijos tengan la mayor prosperidad posible. La recompensa es vuestro cariño y veros libremente unidos. Defended siempre la unión familiar frente a las corrientes hedonistas y ateas actuales. El hijo de Dios nace hoy. Los padres vamos cumpliendo muchos años. Alguno de ellos la Nochebuena, no contará con su presencia física. No entristeced. El recuerdo es la vida perdurable de los sentimientos. Que Dios nos bendiga.

Dicha así, simplemente, con lenguaje cotidiano y sencillo, incomprensible y retrógrado para “progres” de pantalones americanos rotos por su rodilla, como signos de modernidad, pero nunca de elegancia y menos aún de sapiencia, la palabra sonríe, recupera su firmeza y dignidad y cumple con el fin para el que fue creada. La mirada, el gesto y el guiño se le unen y la veneran y la imagen deshace para siempre el criterio vulgar que hace creer que ella es mejor que mil palabras.              

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