Un latigazo del galés Gareth Bale a la escuadra desde más de 30 metros dio luz a un partido gris del Real Madrid ante el Elche, que resolvió a base de individualidades, con el argentino Ángel Di María tirando de su equipo e Isco Alarcón reivindicándose en los pocos minutos que le concede el técnico italiano Carlo Ancelotti (3-0).
Pudo abrir en la vigésima quinta jornada el bonito pulso por la Liga el Real Madrid con un triunfo de mayor espectáculo, pero con batallas mayores a la vuelta de la esquina optó por aumentar la presión sobre Barcelona y Atlético de Madrid con la ley del mínimo esfuerzo. Midiendo desgastes y hasta fútbol, que apenas apareció en las botas de Di María, el único que tiró de su equipo ante un Elche español.
Con un once formado por jugadores españoles regresó 25 años después el Elche al Santiago Bernabéu. Con la intención de aprovechar que la mente madridista podía desviarse hacia el regreso de la Liga de Campeones, mostrando orden y buen gusto con el balón en los pies pero sin pegada.
Por momentos provocó que el Bernabéu añorase la figura del croata Luka Modric. El croata aporta algo diferente al fútbol madridista. Su movilidad aumenta de ritmo el juego y ante su ausencia por sanción, Xabi Alonso y Asier Illarramendi jugaron a lo mismo.
Faltaba el enganche madridista entre líneas y con Bale perdido en banda derecha, lanzando carreras en solitario y con poca asociación con sus compañeros, decidió Di María que la responsabilidad debía recaer en él. Salió fuerte el Real Madrid buscando el gol. Con Benzema mostrando la confianza del máximo goleador blanco del año, recortando y probando abajo a Manu Herrera a los tres minutos, que no pudo detener su disparo y el efecto a punto estuvo de jugarle una mala pasada.
Y con Di María llevando el peligro hasta que la cruceta sacó un saque de esquina con camino de convertirse en gol olímpico. Fue un espejismo porque el Real Madrid, dominador, no tenía una tarde brillante.
Jesé apenas entraba en juego y el Elche tuvo en su mano aprovechar una larga laguna de juego madridista. Pero no tenía dinamita arriba. Apenas una pared entre Carles Gil y Coro acabó con un disparo blando a las manos de Diego López.
El Bernabéu salió del bostezo cuando Di María lanzó carreras en solitario que acababan en disparos o centros, como el que remató desviado Jesé antes de que el aficionado se levantase del asiento para celebrar el inesperado gol de Illarramendi.
Llegó de un saque de esquina que no debió sacarse por fuera de juego del delantero francés Karim Benzema. El rechazo cayó a la frontal donde 'Illarra' soltó un derechazo que se envenenó tras tocar en Lombán. El Elche, que aún recordaba el polémico penalti a Pepe sobre la hora que decidió el duelo de la primera vuelta, protestó la jugada viendo que su propuesta se caía.
Sin juego de equipo pero sin apuros, el Real Madrid dejó pasar el partido. El primer acto se cerró como comenzó, un nuevo disparo de Benzema respondido por Herrera. Y su juego en vez de mejorar fue empeorando en la reanudación hasta provocar el enfado de su afición. Los silbidos eran un aviso. Querían más espectáculo, sin mirar el calendario y justificando el precio de la entrada.
El resultado no corría peligro porque Manu no llegaba a un centro en la acción de más peligro o Javi Márquez chutaba a las nubes una acción de estrategia que cogía dormida a la zaga blanca. Había tantos metros desde que el delantero del Elche entraba en contacto con el esférico hasta Diego López, que era utópico pensar en hacerle gol.
Ancelotti es poco dado a los cambios. Tarda mucho en hacerlos. Hasta cuando su equipo no carbura. El enfado de su afición pasó al olvido cuando Bale, que tenía tantas ganas de agradar que había mostrado algo de egoísmo en varias acciones, hizo uno de los goles del año de la nada. Controló un balón y soltó un disparo potentísimo que entró a la red tras tocar la madera con violencia.
El duelo estaba sentenciado y era el escenario en el que entraba Isco. Era un día para recuperar el protagonismo, con más minutos, pero al malagueño no le importó tener tan solo 17. Marcó con su clase, con control y definición perfecta a la salida del portero, y dejó jugadas de calidad. Con magia lanzó un contragolpe que dejó solo a Morata. El canterano, con ansía de gol, apostó por chutar antes que por regalar el tanto a Bale con la portería vacía para marcar. Fue el cierre de un partido de transición. Un día en el que el Real Madrid ganó sin Ramos, Modric y Cristiano Ronaldo y dirigido por un gris Xabi Alonso. Lo bueno ya llama a su puerta.