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Míchel, el FC Barcelona y el síndrome Marcelino

El técnico sevillista avisa en la sala de prensa de San Mamés de lo cuestionado desde hace ya algún tiempo

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  • Míchel avisa de moralidad -

¿Cuestión de entrenadores? Álvarez, Manzano, Marcelino y ahora Míchel, la estela que dejó Juande o Jiménez, curiosamente en años en los que el Sevilla formaba plantillas ‘cinco estrellas’. Lo cierto es que la afición se quema. Y aquel discurso facilón de “llega el mejor entrenador” suena ya a antiguo en los aledaños de Nervión.


El pasado domingo en San Mamés, Míchel dio buena muestra ello. Tal vez habría que comenzar a mirar hacia otro lado. Ventajista, pero real, sobre todo porque muchos pueden llegar a pensar que de esto ya podría haber avisado durante el pasado verano y no quejarse ahora. Fazio, Cala, Maduro, Luna, Del Moral, Babá..., jugadores de nível medio que en ciertos momentos de los partidos, a veces más de lo debido, toman un protagonismo excesivo en un equipo que se vende, mejor dicho, se ha venido vendiendo como de Champions. Esta es la verdadera realidad, tapiada por el interés de las altas esferas.  


Míchel comienza a padecer el ‘síndrome Marcelino’, una peligrosa enfermedad que casi nunca termina bien. Ciertamente, cuando las cuentas no salen y la pelotita no entra la grada apunta al banquillo y es ahí, en ese preciso instante, cuando sale a relucir la furia del míster.


En la sala de prensa bilbaína no calló y, al igual que Marcelino hace menos de un año en Málaga, el técnico advirtió que no siempre la culpa es de las pizarras, sino de la actitud de algunos cuando saltan al terreno de juego.


Entonces, Marcelino ya estaba inmerso en una catastrófica racha que lo guió a la destitución. No tan radical que con Míchel, aunque comienza a parecerse. Y sobre todo, y aquí sí que concuerdan, con el FC Barcelona de por medio. Hace una temporada el Sevilla de Marcelino arañó un punto que supo a victoria en el Camp Nou. Regresaba entre un loor de multitudes. Hace apenas un mes, los de Nervión le pusieron la victoria muy cara a los culés. Míchel fue alabado. Desde entonces, ambos, al menos hasta hoy, remaron a contracorriente sobre una tenebrosa marea.

 

Las frases de Míchel y Marcelino

Míchel: “Nunca funciona lo que se trabaja, ni lo que uno determina. Qué casualidad. Obedece al respeto a la camiseta”.

Marcelino: “¿Cortar esta nefasta racha negativa de resultados? Sí, claro, es posible. Es fácil. Muy sencillo”.

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