No somos aves y por tanto, como no nos las pongan postizas, no tenemos alas que nos ayuden a volar. Aunque a decir verdad entre los humanos hay algunos pájaros de cuenta, pillos y picaros, que se distinguen por su habilidad para cometer fechorías y también otros astutos y mañosos o los de mal agüero que acostumbran a recorrer el mundo de un lado a otro anunciando que algo malo sucederá en el futuro.
En los momentos actuales volamos en aparatos a velocidades supersónicas o en aviones que con sus alas metálicas nos trasladan a distintos lugares, pero todo en alguna ocasión quizás hayamos soñado con ser Icaro para poder volar.
Durante estos tiempos que corren, que son los de la inmediatez ayudados de nuestra imaginación y creatividad, o quizás de la inteligencia artificial nos gustaría poder utilizar estas alas invisibles que no tenemos para poder contemplar el mundo desde las alturas como los helicópteros de la Dirección General de Tráfico, y ver que hacen conductores y peatones o aquellos que asisten a reuniones secretas.
Nos gustaría poder desplazarnos y parar o desviar los misiles para que no hicieran daño a nadie, tener la facultad de avisar y prevenir accidentes, acercarnos a todo aquel que este triste para consolarle y lanzar alimentos desde el cielo a quienes pasan hambre.
Ser capaces de provocar lluvias que fueran beneficiosas para los cultivos del campo, estimular a los adversarios para que sean capaces de sentarse alrededor de una misma mesa, acordar y entenderse, enseñarles a los ciudadanos y ciudadanas a mirar en la dirección más positiva.
Que las alas invisibles nos permitan volar, pero también no nos estorben para andar, y ser un caminante, que como decía Machado “haga camino al andar”
, y que entre esa alternancia entre ir por los aires o a pie por la tierra encontremos casi siempre la palabra necesaria para expresar lo que pensamos y lo que sentimos.
Seria bueno que pudiéramos trasladarnos con nuestras alas a los lugares más difíciles y complicados, y poder disfrutar de paisajes que jamás conoceríamos de otra manera, que pudiésemos descubrir a gente que vive en los sitios más recónditos del mundo y necesitan hablar y comunicarse con otra gente.
Gozar de la agradable sensación de dejarnos llevar por las suaves brisas, de un lado a otro, visitar a un amigo lejano en un periquete y volver a nuestras casas en el mismo día, pero además todo sin unas alas de las que arrastrar y poder comer cada día en un lugar distinto, hablar con un escritor diferente y escuchar el concierto de un cantante famoso y que nos haga disfrutar.
Las alas invisibles son un enigma porque conducen nuestro cuerpo y espíritu hacia destinos reales e imaginarios con el solo combustible de la fantasía y la ilusión. Nos damos cuenta que con estos poderes podemos aspirar a ser modernos o recordar tiempos antiguos.
Poder llegar a reuniones por sorpresa, y aunque no hayamos sido invitados que nos dejen entrar. Averiguar que por muchos aguafiestas que se empeñen volamos y caminamos hacia un mañana brillante, que si no combatimos la pobreza con determinación, terminaremos todos siendo pobres, por mucha fortuna que tengamos.
Debemos admitir que algún día la magia se acabará, y esas alas invisibles desparecerán, y tendremos que admitir que caminaremos más despacio, pero encontraremos otras formas de ser felices.