Con el aumento de las temperaturas propio de estas fechas, es frecuente presenciar el descenso de la oruga procesionaria desde sus nidos situados en los árboles, lo que provoca un
riesgo peligroso para animales y sobre todo personas. Problemas respiratorios o irritación de la piel son las consecuencias más comunes cuando se produce el contacto a ras de suelo. Normalmente esta marcha natural de la oruga procesionaria en busca de un lugar donde enterrarse e iniciar la metamorfosis ocurre entre los meses de abril y mayo, aunque la
llegada de inviernos de temperaturas más suaves a causa del cambio climático ha propiciado su adelanto, alarmando a los centros educativos.
La delegación de Educación, a través de la concejala Virginia Porras, ha iniciado los contactos con su homónima de Medio Ambiente, representada por Tano Guzmán, en aras de llevar a cabo todas las acciones necesarias para erradicar las plagas de la oruga procesionaria, especialmente, en aquellos centros educativos poblados con el árbol en el que suelen habitar: el pino piñonero. Los colegios en los que se ha puesto el enfoque son
Príncipe Felipe y Lapachar, los más afectados por la presencia de estos árboles, donde ya se han iniciado las acciones de fumigación. “En cuanto se tuvo conocimiento se priorizó, como no podía ser de otra manera, la realización de este trabajo que, a buen seguro, evitará situaciones peligrosas a todo el alumnado y profesorado”, expresó Tano Guzmán.