Es tiempo de Cuaresma, de recogimiento y austeridad, aunque ni siquiera en este
impasse de fe y de reflexión, la pandemia deja de cobrar protagonismo. Y es que, el Miércoles de Ceniza celebrado ayer en toda la Comunidad Cristina, tuvo que adaptar su ritual a las medidas de distanciamiento, seguridad e higiene. Ayer, día 17 de febrero, comenzaba la Cuaresma con una celebración diferente en la Santa Iglesia Catedral, mediante una Eucaristía presidida por el Obispo de Cádiz y Ceuta, Monseñor Rafael Zornoza Boy y en la que concelebraba todo el Cabildo Catedral. La Eucaristía se desarrolló de una forma restringida en la que se suprimió la señal de la Cruz, marcada por el sacerdote en la frente de los fieles, ya que la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, modificó el rito y lo apropió a esta nueva situación de pandemia que vivimos.
Para evitar nuevas infecciones se optó por sustituir el contacto físico por unas palabras simbólicas desde el altar, conservando la frase tradicional
“recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”. Una vez concluida la famosa frase, el sacerdote se cubría con la mascarilla y bajaba a la altura de los fieles para dejar caer las cenizas sobre sus cabezas sin roces de ningún tipo.
Debido a las circunstancias derivadas de esta crisis sanitaria, el aforo de la celebración quedó limitado al 30%.
Poco antes de la Eucaristía, la redacción de este periódico se entrevistó con el máximo responsable de la Iglesia Diocesana de Cádiz y Ceuta, quien nos recibió amablemente en el Salón de las Columnas del Seminario Conciliar de San Bartolomé de Cádiz.
- Antes que nada, quisiéramos saber, ¿cómo resumiría este año tan aciago que hemos vivido a consecuencia del Covid19?
- La verdad es que ha sido un año tremendo y aún sigue siéndolo; un tiempo de mucha preocupación, de estar cerca de las personas y sobre todo de mucha improvisación. En lo personal, ha habido días en los he estado un poco desconcertado por tantas reuniones telemáticas, que aunque son muy positivas y necesarias, evitan el contacto cercano con las personas. Esta situación nos hace tener que estar convocando y desconvocando actos continuamente, lo cual genera tensión e improvisación.
- Esta situación ha pasado factura también en la Diócesis, ¿habéis tenido casos directos?
- Efectivamente, hemos vivido toda esta situación en sacerdotes, laicos, religiosos, etc. Ha habido mucha gente afectada en todos los sectores de la sociedad. La primera ola pasó un poco más leve por esta zona, sin embargo la segunda y la tercera han sido más gravosas. Cuando ves que personas cercanas de tu parroquia o de tu cofradía se contagian y lo pasan mal, te hace estar alerta y en continuo contacto con ellos. Personalmente, yo he llamado por teléfono a personas afectadas para interesarme por ellas, pero no siempre ha sido posible, puesto que había gente ingresada e incomunicada. No nos queda más remedio que rezar mucho y estará cerca de todos ellos.
- ¿Qué importancia tiene la oración en todo esto?
- Tendrá que pasar un tiempo para hacer un balance sereno y fiable de esta situación. Ha habido momentos en los que ha dado la impresión de que había un distanciamiento de la Iglesia, de la liturgia, etc., e incluso nosotros mismos hemos aconsejado a las personas mayores que son más vulnerables, que no asistieran a Misa, pero sí que es cierto, que ahora nos están llegando noticias de que se multiplica la asistencia a los templos para la oración y las diferentes celebraciones litúrgicas, ya que esto ha creado en las personas esa llamada que está siempre en el corazón del hombre, el sentido de la vida, la caducidad del cuerpo, la fragilidad de la existencia… Algo así como que en el fondo hoy estamos en este mundo y mañana no. Todo esto ha hecho pensar a muchos que antes vivían a gran velocidad y no se percataban de las grandezas de de la oración, la plegaria o la fe en Dios.
- Estamos en tiempo de Cuaresma, ¿qué recomendación haría para vivirla y practicarla?
- La Cuaresma es un tiempo para amar y para volver al amor primero, ya que como todos sabemos, el amor puede sufrir desgaste. Y ese tiempo para amar está marcado por un proceso bautismal. Es como un “sprint” final, de aquellos adultos que querían recibir el bautismo y sentirse cristianos. Todo ello conlleva una larga preparación de conversión del corazón. Es en definitiva, una segunda oportunidad que te brinda la Iglesia para ser un hombre nuevo y convertirte al Evangelio.
- ¿Qué papel han desempeñado las Hermandades desde el punto de vista de la caridad, en este tiempo de crisis?
- Como Obispo tengo que decir que me siento orgulloso de cómo han reaccionado las Hermandades ante esta situación. Porque ante la desilusión del pasado año de quedarse sin sus cofradías en la calle, -lejos de desanimarse-, demostraron su actividad interna y rápidamente se pusieron a trabajar en multitud de campañas para la ayuda del prójimo. No solo en la caridad, sino en esa labor de acercar los Cultos y Eucaristías, mediante las redes sociales a todo aquel que se encontraba impedido o confinado. Han dado un testimonio magnifico.
- ¿Se ha visto muy limitado el organigrama habitual de la Iglesia y de la liturgia durante todo este tiempo?
- Está todo alterado, de eso no cabe duda. Pero dentro de este contexto, la esencia de lo verdaderamente importante sigue intacta y eso es significativo: se mantiene la Misa dominical -a veces con más afluencia, a veces con menos-; se mantienen las Catequesis –a veces presencial y otras de manera telemática; Las Hermandades siguen vivas -con pasos o sin pasos en la calle-, etc. Es fundamental saber adaptarse a la situación que nos ha tocado vivir sin perder el norte de lo verdaderamente primario.
- ¿Qué mensaje le daría al gaditano que por segundo año se quedará sin vivir la Semana Santa de la manera tradicional?
- Pues que viva la Semana Santa con grandes dosis de espiritualidad siendo participe de la liturgia de la Iglesia. Dios nos ama y quiere nuestra salvación. Este proceso de la cuaresma termina con la Semana Santa, que es ese preciso momento en el que Cristo se entrega y muere por salvarnos. El Papa Francisco destaca en su último mensaje que “hay que fortalecer la Fe, la Esperanza y la Caridad, puesto que estas virtudes teologales se necesitan más que nunca en la sociedad que vivimos”. Vivamos el dolor de la pandemia estando disponible para aquel que lo necesita.