La posibilidad de que en la conferencia sobre cambio climático de Copenhague se logre un acuerdo vinculante es una quimera, según se ha visto en la cumbre previa organizada por la ONU en Barcelona que finalizó ayer, y donde la negativa de EEUU a dar una cifra de sus reducciones de CO2 deja en el aire el acuerdo.
El responsable de la ONU sobre cambio climático, Ivo de Boer, recalcó en rueda de prensa que, no obstante, los gobiernos todavía pueden lograr un gran acuerdo, aunque reconoció que no será un tratado internacional que se vaya ratificar en la capital danesa el próximo mes de diciembre, sino que requerirá más tiempo. ¿Cuánto? Nadie lo asegura, aunque se baraja entre tres meses y un año.
Para De Boer, Copenhague será un “punto de inflexión”, y adelantó que al menos cuarenta jefe de estados estarán presentes en esta cita de la que se esperaba saliera un acuerdo heredero de Kioto, que fijase las emisiones entre 2012 y 2020, y donde la negociación de última hora entre los líderes políticos, se antoja ya esencial.
El secretario de la ONU lanzaba así, unas horas antes de la clausura de la cumbre de Barcelona un cierto mensaje de optimismo para romper el desánimo patente entre los delegados al ver que si EEUU no daba una cifra clara de sus compromisos de emisiones, no habría tratado vinculante.
A pesar de que la oferta estadounidense dependerá de la ley medioambiental –que se tramita en su Senado– De Boer cree que la administración Obama se comprometerá finalmente con una cifra.
Insistió además en que será necesario aprobar un plan de 10.000 millones de dólares para ayudas inmediatas a los países en desarrollo a controlar sus emisiones y mejorar sus estrategias de adaptación y que en la capital danesa deberá establecerse una fórmula para compartir esos gastos, con cuotas.
Aunque en Copenhague no se firme el tratado, de Boer habló de que se llegará a un marco, seguramente político, que incluya los compromisos de reducción de emisiones de los gobiernos ricos y las limitaciones de los estados en desarrollo y emergentes, así como el apoyo financiero que estos últimos recibirán y el sistema de control de las ayudas.
En cualquier caso, recordó a los gobiernos la existencia del compromiso fijado en Bali sobre reducciones y que ahora “no pueden reinventar la rueda” de negociaciones.
El protocolo de Kioto –no rubricado por EEUU– es de momento el único mecanismo legal del que se dispone para combatir el cambio climático, y por tanto, De Boer, cree que seguirá siendo útil hasta que la comunidad internacional no se dote de otro marco.
El representante de la delegación norteamericana, Jonatan Pershing, que ha tenido el papel de aguafiestas en la cumbre, reconoció que su país no está en disposición de ofrecer una cifra de reducción como le reclama la comunidad internacional, verdadera piedra de toque en la próxima conferencia.
Además, el delegado de EEUU insistió en que tampoco están dispuestos a firmar nada que no comprometan a los países en desarrollo sobre sus emisiones.
Según el panel intergubernamental por el cambio climático (IPCC), los países industrializados deben reducir sus emisiones entre un 25 y un 40% en 2020 con respecto a 1990, con el objeto de que el calentamiento global no supere los dos grados (con respecto a la época preindustrial), aunque algunas voces científicas, apuntan que la cifra mínima sería de 1,5 grados, ya que hay países muy vulnerables, como ocurre con los microestados del Índico y otros costeros.
El equipo negociador europeo ha afirmado que “luchará hasta el final” por obtener ese acuerdo vinculante jurídicamente, aunque reconoce que las negociaciones serán “complejas y difíciles”.
El jefe de la representación de la UE, Artur Runge-Metzger, recordó que la UE “se ha comprometido” a una reducción de hasta de un 30% de los gases contaminantes en 2020.
“El acuerdo debe incluir reducciones ambiciosas de gases para los países desarrollados, incluido para EEUU”, dijo Runge, que indica que aunque algunos países no acaben finalmente adhiriéndose al mismo, esto no conllevaría definir la cumbre como fracaso.
Para la representante española en las negociaciones, Alicia Montalvo, las negociaciones de Barcelona han servido para “esclarecer” la posición de cada país y “eliminar opciones” de cara a las negociaciones finales.
La postura más crítica con los derroteros que estaba tomando la negociación, ha sido las de los países africanos, que llegaron a bloquear las conversaciones, exigiendo que se hablara más de las reducciones de los países ricos.