El currículum académico y de investigación de Francisco Miguel Cornejo, isleño, de solo 38 años, ocuparía algo más de la mitad de este artículo. Especializado en los campos de la ecología y la evolución microbianas marinas, ha participado en dos de las expediciones oceanográficas mundiales más importantes, TARA Oceans y Malaspina 2010, y en 2017 obtuvo el doctorado en Ciencias del Mar por la investigación que realizó en el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) sobre la diversidad, la ecología y la evolución de unos microorganismos marinos denominados diazófos.
Becario Marie Sklodowska-Curie en la Universidad de California en Santa Cruz, en EEUU, y la Estación Biológica de Roscoff, en Francia, lleva cinco años estudiando las interacciones simbióticas entre algas y cianobacterias, gracias a lo cual está de vuelta a España.
Cornejo es uno de los 45 beneficiarios de las becas de posdoctorado a investigadores concedidas por la Fundación La Caixa para captar talento. No ha resultado sencillo obtenerla porque más de 700 personas se han presentado a la convocatoria en una competición feroz de proyectos innovadores.
Al joven isleño le van los retos, en cualquier caso. Superado el de obtener la subvención, ahora se centra en el científico. Y no es poca cosa: el investigador trata de desentrañar la complejidad de la vida y su evolución por medio de la observación microscópica de un tipo muy concreto de algas y bacterias microscópicas.
“El procedimiento de muestreo y análisis es complejo”, apunta en conversación telefónica desde Barcelona, donde ubicará la base de su equipo. “No podemos cultivar estas especies en el laboratorio”, añade. Lo hace a ciegas sobre el terreno. Lo primero es establecer el lugar donde hallará los elementos necesarios. No valen todas las aguas. En el Mediterráneo, por ejemplo, existe tan poca concentración de dichas algas y bacterias que impide realizar con éxito el experimento. En septiembre comenzó a hacer pruebas en la Bahía de Cádiz, donde intuye que es posible tener éxito.
A partir de las muestras, Cornejo secuencia el genoma de cada microorganismo para estudiar las asociaciones que se establecen entre ambos, porque permite observar en la actualidad la reorganización biológica que dio lugar a compartimentos en el interior de las células para el desarrollo de funciones como la respiración, en los animales y seres humanos, o la fotosíntesis en las plantas.
“El funcionamiento es similar al de una empresa: cada empleado se especializa en una tarea determinada, y éstas se reparten entre diferentes departamentos; en nuestro cuerpo, todas las células no hacen lo mismo, y no todas las partes de las células desempeñan el mismo papel”, por un complejo y prácticamente ignorado proceso evolutivo a partir de la cooperación entre células y bacterias. El proyecto, denominado Ucynelle, es ambicioso. “Probablemente no seamos capaces de dar la respuesta final, pero sí podremos dar un pasito más para comprender la complejidad de la vida”, concluye.