Testigo de tantas y tantas presentaciones literarias, de pregones, de exposiciones de pintura o fotografía, e incluso capilla ocasional para velar los restos del difunto cronista de Arcos..., La Misericordia fue una vez más lugar de velatorio, si ello es entendido como el hecho de acompañar a los muertos.
Cierto es que hace un año, el 7 de abril de 2015, Juan Bosco Navarro Grau no se despertó, pero desde entonces, y especialmente en su casa, su espíritu parece vagar por en entre los vivos. De eso se trataba, de recordar a una encantadora persona ya ida y con ello darle vida. Sin embargo, este recuerdo, más allá del aniversario, estaba sustentado por la presentación de su libro póstumo de poemas ‘Los campos sumergidos’, editado, como a su autor le habría gustado, por su también amigo poeta y duende jerezano llamado José Mateos. El curtido editor no ocultó que la maquetación del libro le produjo “un nudo en la garganta” al saber que el autor ya no vería nunca su colección de poemas estampada en una misma obra, para admitir que la presentación de un libro es la mejor forma de homenajear a un poeta. Como diría José Mateos, en ‘Los campos sumergidos’ está “la esencia” de la poesía de Juan Bosco Navarro y el compendio de temas que la inspira: el amor, la familia, la solidaridad y la muerte. Fueron las primeras reflexiones de una casi velada primaveral que presentó en el plano institucional el delegado de Cultura, Daniel García, que con su presencia prestó el apoyo del Ayuntamiento a este acto.
Como hacedor del libro del poeta ido, Pedro Sevilla -su “alma gemela” que diría la esposa de Juan Bosco, María Jesús Rodríguez- inició su intervención dando lectura a un poema de cosecha propia dedicado a su admirado camarada de correrías literarias y políticas. Definió la obra como “un semillero de palabras verdaderas”, y el hecho de presentarla, como “un acto de amor”. Sevilla continuó redescubriendo el carácter perfeccionista de Juan Bosco Navarro, de ahí, seguramente, la tardanza de la publicación. Pero, como diría, el autor entendió bien el mensaje de Antonio Machado: es más importante hacer bien las cosas que hacerlas.
Pedro Sevilla terminó justificando la confianza del autor en el editor José Mateos con la calidad humana de este y su profesionalidad, habiendo adoptado de él sus consejos. Y así, sobre los versos de Juan Bosco Navarro, José Mateos construyó “una pequeña obra de arte”. El del barrio de San Pedro añadió como epitafio el poema ‘Si volvieras ahora’, donde, en un momento dado, le pide a su amigo que le explique qué es la muerte…
La cita siguió con la lectura poética de los versos de Juan Bosco Navarro por parte de los también poetas Pilar Pardo, Antonio Alpresa, Pepa Caro y Francisca Morales, además de contar con la aplaudida participación de Javier Navarro, hermano del autor llegado expresamente de Sevilla.
El acto quedó cerrado con la irremediablemente emotiva intervención de la esposa de Bosco, como muchos le llamaban cariñosamente. María Jesús Rodríguez, sabedora de que el numeroso público era todo amigo, explicó con gran sutiliza los sentimientos más secretos de su familia y de ella propia ante la marcha de su esposo hace ya un año. Nos recordó a un hombre con el que conoció la felicidad, al padre de sus hijas, al que paseaba a diario a su perro Rufo, al ensimismado mirando cómo unos niños construyen un castillo de arena en la playa, al que recogía del suelo los gorriones aún crías; al que, en los días de lluvia, apartaba los caracoles de la carretera para que no fueran atropellados, y, por supuesto, al hombre de “la mirada limpia”. Motivos más que suficientes para dar gracias a la vida.