Parece que el fluido vital que alimenta nuestros órganos con su rojo fuerte, denso, estampado contra el suelo, manchando las aceras, procura atención política, remueve la conciencia y legitima actitudes contrarias al continuo abuso y violencia - ya institucionalizada - de quienes proponen leyes y las legitiman.
La injusticia, en sus múltiples vertientes, proporciona violencias que son de género, pero esta vez humano. Niños, hombres y mujeres, especie en sí que, bajo los influjos de las más hipócritas de las teorías sociales, los más engañosos dictados legales, los menos capacitados dictados ideológicos, sufren día a día el insano, criminal y violento ataque de unos gobiernos y gobernantes, cuya preocupación es el status, su horizonte es la perdurabilidad y su interés es la salvaguarda de la casta que los parió.
La Justicia no necesita muertes para ser Justicia. Lo es, o no lo es. Su función es respetar el derecho fundamental que toda persona tiene a una vida digna en la que sus obligaciones, sociales en este caso, estarían justificadas si como contrapartida las avalaran unos derechos que, hoy por hoy lejos de existir, vemos como día a día merman en beneficio del poder y todos sus sicarios.
Parece que faltara el color rojo para que los votos corran peligro. Para que las manifestaciones se aceleren, para que el Gobierno… piense que es de interés general. No, señores gobernantes, la Ley sobre la regulación hipotecaria, sobre las tasas bancarias, sobre los onerosos beneficios fiscales de los poderosos, sobre la impunidad de los defraudadores, sobre la protección social y médica universal, sobre la vivienda como bien primordial, sobre la explotación del terreno, sobre la libertad de prensa y pensamiento y sobre todo aquello que pudiera avalar la palabra convivencia en libertad y democracia, debería adelantarse a la sangre. Es más, cuando ésta se produce, la violencia ejercida bien podría venir acompañada de la palabra "hiltzaileak".
Asesinar (RAE): “Causar viva aflicción o grandes disgustos”. “Matar a alguien con premeditación, alevosía, etc.”. El significado de la palabra no deja lugar a dudas. Tanto expresa en sí misma como metafóricamente, con proximidades tangenciales a lo físico. El ámbito de su significado, en escala ascendente, va desde la aflicción o disgusto hasta la muerte. Porque no solo muere el cuerpo – que también como estamos viendo – sino todo lo que lo alimenta. La ilusión por vivir, por generar alegría, generar innovación, riqueza colectiva, humanidad, vitalidad, simpatía, cordialidad, amor y tantos otros adjetivos que bien pudieran crear el sustrato de una sociedad mejor.
Pero todo ello muere y se “mata” cuando las anacrónicas, obsoletas y cavernarias disposiciones, alimentadas de iguales próceres y conciencias, arrasan no sólo una sociedad como la española, sino en orden global, destruyen la convivencia cooperativista del ser alimentando la separación en la competitividad.
Señores gobernantes (no sé de quién), legisladores, jueces, veladores del orden… el Poder (equívoco Poder) es la cama donde se acuestan quienes abren nalgas y orificios oscuros, no de sano placer, sino de rojo esperma y agriados jadeos como única respiración en la larga lista de asesinatos de la verdad. Cobrar por ello, es cuando menos, poner nombres y apellidos a tanta sangre y lágrimas. Es, asesinar la verdad.
No, no nos equivoquemos, no se trata de hacer apología de la violencia ni de cualquier otra actitud que pudiera traspasar los límites de la legalidad. Se trata más bien de llamar la atención, una vez más, - hasta la saciedad si fuera necesario – de aquellas actitudes y aptitudes, que avocan a la corrupción, la falta de conciencia y ejemplo social frente a quienes, bien avalados por su fortuna heredada o por los pingües beneficios bancarios, hacen de su capa un sayo, dejando desnudos a los demás.
El Grexit – salida Grecia de la Unión Europea –, no debe suceder. Ejemplo de sobra está dando el pueblo griego con su actitud paciente, no ahora con los cajeros cerrados, sino hace décadas, atosigados por formas de gobierno que no han sabido mimar la cuna de la cultura, que no han sabido regenerar la industria naval, que han permitido campar a sus anchas la corrupción y administración pública y tantas otras razones que mejor explican mentes más documentadas que la que escribe, pero que ahí están, como antorchas en la noche, esperando que iluminen la cordura y la bondad de nuestra condición.