Andar es aprender a ser humilde. Lo dice y se queda tan tranquila. Lo dice como si no dijera nada y resulta que ha esculpido en el aire una sentencia, una verdad digna de figurar en los almanaques, esos lugares donde vemos las hojas que nos faltan para algo y donde nos escriben frases de sabios para que recapacitemos. María de la Cruz, Maru, no es sabia, pero es mujer, que viene a ser lo mismo.
Maru estudia psicología, da clases de pilates o abraza a un niño negro. Y lo hace todo con ese amor callado, milenario, de las mujeres, que son especialistas en los grandes y rotundos ritos: con sus manos lo mismo acunan a un niño que amortajan a un muerto. Son las grandes conocedoras de la vida y la muerte.
Maru es humilde a fuerza de andar caminos, y con ella somos humildes los que a su cuidado vamos por los senderos de la tarde buscando caminos. “¿Adónde el camino irá”?, como dejó escrito Antonio Machado.
En verano monitora de natación y socorrista. En invierno monitora de Pilates y gimnasia rítmica. Y que yo sepa dirige también un club de lecturas en el centro de mayores del Mesón de la Molinera, y organiza rutas de senderismo, como la que hicimos el sábado pasado a los molinos de Vejer de la Frontera. ¿De dónde saca el tiempo?
—Todos tenemos el mismo tiempo pero valores distintos. No puedo estar mucho tiempo sin hacer nada y desde muy temprano distribuyo las horas entre el deporte, el trabajo y la casa. Mi trabajo me apasiona y disfruto enseñando Pilates, natación y cualquier deporte. Es posible hacer muchas cosas cuando emocionalmente estás equilibrada, serena y fuerte. Un día decidí ser feliz haciendo mi trabajo y empezar cada clase con una sonrisa. Ese es el secreto y el síntoma de que nuestro cerebro está sano.
Y además cursa cuarto curso de Psicología. ¿Qué es la psicología, porque hay gente que se cree que si una psicóloga nos mira a los ojos sabe lo que estamos pensando? Imagino que no será verdad.
—Yo también creía que una psicóloga te miraba a los ojos y te adivinaba tu vida pero no es así, o por lo menos no del todo. La psicología es una ciencia que estudia la conducta, y las personas nos comportamos según lo que nos emociona y nos motiva. Estudiar psicología me ha enseñado lo que es la emoción, la motivación, la atención y muchas otras cosas que ayudan a entender a las personas. En mis clases, cuando una persona te cuenta algo es porque le preocupa. Si le digo que eso no es importante o aprovecho para contarle mi propia experiencia no le habré ayudado en nada. Así que la escucho, intento motivarla y comprenderla, sin negarle su sentimiento; si está enfadada está enfadada. Mi trabajo es utilizar las técnicas necesarias para que después de la clase esté contenta. Sí es verdad que, a veces, miro a los ojos a alguien y sé que algo le pasa pero la mayoría de las veces no hace falta porque ellas mismas quieren contármelo.
La cultura del senderismo se ha impuesto. Ya tenemos claro que andando diariamente ahorramos muchas pastillas. Además, su grupo está formado por gente joven y otra no tanto. ¿Cuál es el denominador común del senderista?
—Andar te hace humilde, es como volver al pasado. Los caminos sirven para conocer a personas, sitios, vegetación y, sobre todo, para encontrarte con los compañeros y compañeras de viaje, encontrarte de verdad, no como cuando te los cruzas por la calle. Además, como tú dices, ahorras pastillas aunque gastes zapatos. Nuestro grupo de senderismo tiene todo esto en común, busca la experiencia natural de compartir esfuerzo y emociones. Además el senderismo no es competitivo y este es el denominador común.
¿Hay tiempo para la meditación, para el disfrute del paisaje, para el contacto con la naturaleza, en las rutas que ustedes organizan?
—Tiempo es lo que más hay. Andando no estás viendo tele y puedes meditar a la vez que sientes la naturaleza. Nos proponemos que cada persona se encuentre consigo misma, que se concentre y medite para que pueda tomar decisiones buenas sobre sus problemas. Cuando hacemos una actividad física a la par que una mental estamos relacionando salud con lo que estamos pensando de modo que terminamos pensando sano.
Y también hay, y doy fe de ello, tiempo y sitio para la gastronomía. Se come con apetito después de una larga caminata, ¿no es así?
—Sí. Quien tiene apetito es que está sano. Es fundamental, después de una larga caminata, pararnos a comer lo que da nuestra tierra. Es el premio al esfuerzo. También nos sirve para estudiar la relación de las personas con su alimentación, su ambiente y su entorno.
Hacemos las paradas en las ventas que están en el camino o en convivencias en las que compartimos lo que cada uno lleva de casa. En las convivencias es donde más se come porque todo el mundo lleva comida para todos los demás. De África aprendí que compartir comida es algo más que repartir.
Háblenos de su experiencia en el club de lecturas.
—En eso, tú tuviste mucho que ver, Pedro. Tus libros despertaron en mí recuerdos de mi infancia y sé que esto es algo que a muchas personas les gusta sentir. En los talleres de lectura leemos libros y luego cada una comenta lo que le ha parecido. Tu libro “La fuente y la muerte” hizo que muchas mujeres retomaran la lectura a la par que recordaban lo que había sido su infancia. A mis alumnas les cuento una frase de Miguel de Cervantes que leí una vez y que decía: “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”.