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Qué triste

“Definitivamente esta legislatura municipal está lastrada por las querellas, mancillada por las denuncias, ensuciada de exabruptos y de malos modos”

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Ojo, que no lo digo yo. Lo dice Shakespeare: “El odio es el instrumento que el mal usa para perpetuarse”. El odio, ese amor inverso, ese ir contra el otro, ese desear el mal del otro, es el combustible de todas las guerras, ya sean mundiales, civiles o, como en el caso de la que aquí nos incumbe, de la guerra local de nuestros concejales que se está dirimiendo en los Juzgados.
Me da mucha pena leer estas noticias y tener que comentarlas aquí, en esta columna que quisiera contar cosas alegres. Pero no hay manera: cuando todavía no se han fallado las querellas interpuestas por los actuales contra los anteriores gobernantes, nos encontramos con otra querella, ahora interpuesta por Joaquín Macías contra un buen número de miembros de la coalición PP-AiPRO.
Hace algún tiempo, amparándome en la amistad, rogué a Manuel Erdozain que retirasen la querella interpuesta contra Pepa Caro y otros concejales socialistas. El señor Erdozain, muy dolido, me dijo que no. Yo auguré que aquella querella no traería más que odios, deseos de revancha y deterioro de la vida institucional. Lo digo sin orgullo, por supuesto, pero no me equivoqué en absoluto. Esta querella de ahora demuestra que el odio engendra odio, y demuestra, de rebote, la actualidad permanente de Shakespeare, uno de los más hondos conocedores de las zonas oscuras del corazón del ser humano.


Algunos de mi quinta tal vez recuerden a Pedro Soler, un cura que hubo en Jédula en los ochenta. Este cura me dijo un día: “Si vas a hacer algo y ves que te mueve el odio, no lo hagas por muy justo que sea”. Aquello se me grabó en el corazón, aunque por desgracia no siempre lo cumplí, no saben ustedes cuánto lo siento. Pues este mismo consejo se lo habría dado yo a Joaquín Macías si me hubiese pedido opinión.


No basta con que lo que uno denuncie sea justo. Para convertirse en denunciante hay que tener el corazón limpio de odio, y mirar por el bien común, no por nuestras intenciones vengativas. Si la querella primitiva tenía como marchamo el odio, esta de ahora está contaminada del mismo sentimiento destructivo. Aunque se denuncien flagrantes casos de enchufismo que efectivamente merecen reproche, si la espoleta de la denuncia es el odio no merece la pena. Sólo tendremos más odio, más enemistad y más beligerancia institucional.
Definitivamente esta legislatura municipal está lastrada por las querellas, mancillada por las denuncias, ensuciada de exabruptos y de malos modos. Dios quiera que pare aquí la cosa y que el gobierno que salga en mayo abandone esta práctica de engrandecer el odio, de amplificar el odio con más odio.

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