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Jueves 25/04/2024  

Sindéresis

Lektu en el patio

El poder que os da la palabra y el posicionamiento no está ahí para juicios de patio.

Publicado: 23/08/2021 ·
01:43
· Actualizado: 23/08/2021 · 01:43
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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Tenía que pasar, ¿sabes?, que en esta enorme hoja de reclamaciones que es Twitter, juzgado de guardia y Ok Corral, le llegase el turno a Lektu, la tienda digital española para libros editados y autoeditados que paga impuestos en España y permite casi cualquier relación comercial entre autor y público. La hoja de reclamaciones comenzó con el comentario de una usuaria a la que le estaban resolviendo los problemas un domingo, pero quizá por ser persona con poca tolerancia a frustrarse, escribió un sencillo: «Estoy hasta el coño de Lektu». Y Lektu se enteró y le respondió en el mismo hilo que, si quería, la podían dar de baja de inmediato. Ya que estaba hasta el coño y esas cosas, claro.

Lo que pasó a continuación, os sorprenderá (no). Aquella respuesta concitó las más variadas simpatías en torno a los potenciales clientes de la marca, que se vieron identificados como receptores de tan injusto trato, sin echar un minuto a pensar que lo mismo los que estaban hasta el coño de la clienta eran los de Lektu, y, claro (de nuevo), cuando uno está hasta el coño, hace y dice cosas. Aquí estamos todos en el borde, por lo visto, como gallinas enjauladas que a la mínima que pasa alguien por delante empezamos a sacar la cabeza a ver si podemos picar carne y dar algo de sangre a nuestras vidas. No hagáis eso, nenas, nenes. Pero no lo hagáis tampoco en camarilla, porque si las lapidaciones públicas tienen su algo de injusticia, las lapidaciones a puerta cerrada, a boda del Padrino, son injustas y, además, cobardes.

Porque lo hacéis, ¿eh? Lo hacéis más los que ofrecéis producto que los usuarios finales, ¿verdad? Me refiero a rajar, a vetar a gente, a pegar patadas invisibles de esas que hunden carreras, pero cuyo único sonido es el recurrente «Gracias por haber confiado en nosotros. Lamentablemente, tu libro no encaja a día de hoy en nuestra línea editorial». Y contra eso no puedes defenderte. No tienes esos cinco minutos para pensar qué respuesta le das a la que está hasta el coño, si es que le tienes que dar alguna, que no perjudique a vuestra imagen y a vuestra empresa.

A veces, confieso, me da la impresión de que en el mundillo literario en el que me muevo, la gente más fastidiada con los juicios públicos que joden la imagen de alguien no son personas a las que les coja desprevenido el hecho en sí de que se pueda ejercer presión, y se ejerza, para influir sobre las posibilidades de publicación de una persona mediante criterios extraliterarios. Lo que les exalta, sospecho, es no formar parte ahora del comité que lleva el cotarro y, por tanto, haberse transformado en posibles víctimas. Como diría el buen Kaptah, «el mundo se ha dado la vuelta».

Por eso nenas, nenes, no lo hagáis. Si alguien os ofende en lo personal, os lo metéis en el bolsillito de lo personal, y lo profesional me lo dejáis como lo habíais encontrado por la mañana antes de usarlo. Power is a bitch, como diría cualquier personaje sabio y callejero hoy día. El poder que os da la palabra y el posicionamiento no está ahí para juicios de patio, y no digo esto porque el tiempo haya demostrado que en el patio estamos todos, incluso Lektu, sino porque va en contra del mayor interés de la literatura; y yo soy su perro guardián. Déjense de mierdas y compórtense como profesionales, que las desgracias vienen solas, pero los buenos libros hay que salir a buscarlos, cuidarlos y esperar que nos sobrevivan a todos.

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