Los cachorros de Jesús Rodríguez

Publicado: 15/08/2021
Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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Jesús Rodríguez es un tío que estuvo en Podemos, cuando la primera etapa de Teresa Rodríguez.
Jesús Rodríguez es un tío que estuvo en Podemos, cuando la primera etapa de Teresa Rodríguez, y que más o menos a los quince minutos de hacerse parlamentario comenzó a decir que Podemos era un proyecto amortizado, y que había que ir buscando otras fórmulas. Amortizado por él, seguro, pero se quedó todavía sus buenos tres años cobrando el sueldo de parlamentario de un partido que ya no le representaba (a pesar de ser él uno de sus más altos representantes, una de las 20 o 25 figuras más importantes en aquel momento, secretario de organización en una Comunidad Autónoma con 8 millones de habitantes).

Tenía una cohorte de cachorros, chavales jóvenes y, perdonen el atrevimiento, con muy poco bagaje vital y laboral como para poder contrastar las tesis troskistas de JR con la realidad de la vida y de las personas, dispuestos a seguirle en cualquier abordaje que se le ocurriese; uno de ellos, Ernesto Díaz, fue portavoz de Podemos en San Fernando. Todos tienen el mismo verbo y los mismos objetivos, y usan las mismas tácticas, porque son inoculadas en personalidades abonadas a la intrusión. Por eso son todos iguales en sus abordajes: es decir, en sus tácticas de entrismo político y social. Cuando todavía debatían con anticapis más razonables y con la gente de Podemos, ellos dividían los movimientos sociales en dos tipos: los que ya estaban montados con más fuerza que liderazgo y eran atractivos para el entrismo, y aquellos que no tenían suficiente fuerza o tenían liderazgos demasiado sólidos. A los primeros los llamaban vectores de movilización. Por eso podías ver banderas de Anticapis en manifestaciones antitautinas, por poner un ejemplo.

Ellos no inician nada y no se rigen por parámetros de justicia social, para que nos entendamos; siempre entran en lo que ya está construido para que les proporcione rédito, como, por ejemplo, en los cafés feministas. Actualmente, en Cádiz capital, han encontrado que ese vector de movilización bien puede ser la dificultad que sufre la gente nacida allí para encontrar una vivienda en condiciones, o mantenerla. Lo llaman Calle Viva. Es un vector atractivo para ellos porque no tenía un liderazgo asentado y porque les permite hacer oposición a sus antiguos compañeros de Anticapis que siguen en el ayuntamiento; para gente como Kichi tienen un nombre que, aunque parezca risible, ellos lo usan como insulto: gobernistas. Es decir, gente que quiere ganar las elecciones para cambiar las cosas. No deja de haber un alto grado de justicia poética en el asunto, porque gente como Kichi también usa una palabra como insulto hasta el punto de que la propia democracia representativa pierde significado: cogobernistas. Es decir, gente que, aunque no gane las elecciones, aspira a negociar condiciones con el partido más fuerte, y entrar con ese partido en el gobierno, para mejorar cuantas cosas puedan mejorar el tiempo que dure esa ventana de cambio.

Los Anticapis sufren en sus carnes lo que Podemos sufrió con ellos, que un grupo recalcitrante primero sabotee las políticas ampliamente consensuadas con las que no están de acuerdo y luego se escindan, y escojan a sus antiguos compañeros como objetivo principal de su oposición e inquina. Y dicen que así es como se planta cara a la extrema derecha. Bien. AJÁ.

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