Marruecos

Publicado: 20/05/2021
Autor

Rafael Román

Rafael Román es profesor universitario, miembro del PSOE, exconsejero de Cultura y expresidente de la Diputación de Cádiz

En román paladino

El autor aborda en su espacio todos los aspectos de la actualidad política tanto de España, Andalucía y la provincia de Cádiz.

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Sánchez envía una señal de aviso. Pero el conflicto de fondo continuará.
Ya tenemos una nueva crisis con Marruecos. Pandemia, crisis económica y, cuando el  verano  es prometedor, estalla  la crisis con Marruecos. No hay recovecos en su trasfondo. Solo uno: el Sahara Occidental. Para Marruecos, las provincias del Sur. Es la prioridad del trono, de los partidos marroquíes sin excepción y del pueblo marroquí. Todo lo demás es hojarasca. Incluso la reivindicación de Ceuta y Melilla es un pequeño postre comparado con el suculento manjar del Sahara. Con una dimensión de  más de la mitad de España,  Marruecos no lo quiere sólo por los fosfatos o la pesca sino por  su plataforma continental y la estratégica  fachada atlántica que le  puede proporcionar riqueza en metales especiales.

Trump legó un regalo a Marruecos mientras animaba a las hordas al asalto al Capitolio, el reconocimiento de su soberanía sobre el Sáhara Occidental. Marruecos se ha envalentonado y exige que Europa -y especialmente España, por los derechos  que acumulaba, y a los que renunció- siga la senda norteamericana. No será fácil porque el derecho internacional está para algo y la población española reconoce la deuda del honor  perdido con los saharauis, tras la   marcha verde, que aún avergüenza al ejercito y al pueblo español. Nunca a los gerifaltes del tardofranquismo que lo ejecutaron sin  dignidad.

Lo de Ceuta pasará. El gobierno ha estado a la altura del desafío, con decisión y mesura, aunque Exteriores cometió el enorme error de dar la excusa a Marruecos autorizando, sin avisar, la entrada humanitaria del líder saharaui, Brahim Ghali.  La presencia del presidente Pedro Sánchez  en Ceuta y Melilla,  es importante por lo infrecuente y  por la potente  señal de aviso que se envía. Pero el conflicto de fondo continuará.

El mantenimiento del “statu quo” del Estrecho de Gibraltar es fundamental para deslegitimar a Marruecos. España, Marruecos y Reino Unido lo saben. Las piezas no se tocan, porque pueden afectar a las otras. El gobierno norteamericano es rehén del acuerdo marroquí, para incorporar a  países árabes hacia el apoyo a Israel, con el yerno  y el suegro de Trump haciendo negocios. Al pueblo   marroquí  ese pacto le repugna, a su multimillonario rey, no. El trato vejatorio a sus ciudadanos, menores incluidos -gritando “Adiós Marruecos, viva España”- lo confirma. Las fuerzas españolas, con sobresaliente. El casi millón de marroquíes que viven en España son buenos ciudadanos. No hay que confundirse.

 

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