Las paradas de autobuses estaban llenas, el transporte público subía con su aforo completo y una vez llegados al destino, el camino restante se tenía que hacer a pie, como manda la tradición y como hicieron gran parte de los vecinos de Jaén. Para recompensar el esfuerzo, todos retomaron fuerzas con bebida refrescantes a las que acompañaron las tradicionales sardinas, pero también las migas y todo tipo de carnes.
Los grupos de amigos y familias enteras ocuparon todos los espacios disponibles en las faldas del Castillo, donde se respiraba buen ambiente y ganas de convivencia.