El tiempo en: San Fernando
Viernes 19/04/2024  

El Loco de la salina

A Paco Rendón

Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad Ai
Paco, los que te apreciábamos no encontramos más consuelo que no verte sufrir más. Ya pasó todo por fin. La enfermedad te había declarado la guerra hace tiempo y ha podido contigo a fuerza de minar tu cuerpo.
Una vez te dediqué un artículo de corazón en este mismo espacio, pero ahora me he sentido en la obligación de dejar constancia de tu paso por este barrio del que todos nos despediremos algún día tarde o temprano. Por eso me dirijo a ti con el sentimiento a flor de piel y a escasas horas de tu muerte.

Conmigo y con el entorno de Carnaval en el que yo te conocí tengo que decir que fuiste un hombre servicial y siempre dispuesto a pensar en los demás, cosa que hoy se estila poco por desgracia. El único protagonismo que tú querías es el de poner tu inestimable granito de arena al servicio de un colectivo ilusionado por una idea. Eso sí, te volvías loco de alegría, cuando se te entregaba una humilde placa. Parece que te estoy viendo en la Plaza de las Flores con la mano levantada y metido entre la multitud vendiendo libretos, cintas o CDs del coro. Si hacía falta agua, allí estaba Paco; si había que llevar algo de un lugar a otro, allí estaba Paco; si era urgente ir a algún sitio, allí estaba Paco. Tú te ponías orgulloso, cuando decían que eras el mejor postulante que ha tenido el Carnaval de Cádiz, y, cuando tantos decían lo mismo, era imposible que todos estuvieran equivocados. El hombre que daba los números a los pacientes en el Hospital de San Carlos se había convertido en nuestra mano derecha.

Ahora que ha pasado el tiempo, pienso que en el fondo tú estabas tan loco como yo lo estoy en estos momentos. Saliste muchos años de figurante con el Coro Mixto de La Isla. Te disfrazaste de lo que fuera menester, con tal de colaborar con tu Coro. Soltabas una risa sincera, cuando te recordábamos lo que pasó una vez en el Falla, cuando saliste en la presentación simulando estar limpiando el polvo de una estantería (que así se llamaba el Coro). ¿Te acuerdas? Estaba todo el escenario oscuro y te pusiste a andar por delante de los músicos sin darte cuenta de que a sus pies se encontraban varios instrumentos que siempre se llevan de repuesto. Como no veías nada, fuiste tropezando con ellos y ya no sabíamos como avisarte con la risa nerviosa que teníamos encima. Son tantas cosas, que permitirían escribir un libro fácilmente.

Hace unos días fui a verte. Ya no se te entendía bien. No quise molestarte demasiado tiempo. Me fui a casa a sabiendas de que era la última vez que te veía vivo. Antonia, tu mujer, ya comenzaba a no poder traducir tus palabras, pero no se me olvidará que, al comentarte en broma que cuándo nos íbamos a comer el caldo gallego que Antonia nos servía en tu casa después de los carruseles de la Plazoleta de las Vacas, me echaste una sonrisa de complicidad tan resignada, que ya no seré capaz de borrar de mi pensamiento cada vez que te recuerde.

Quiero quitarme el sombrero delante de Antonia y de tus hijos Juan Antonio y Silvia, porque desde que comenzaron tus debilidades se convirtieron en una piña para estar a tu lado ayudándote y dando el mejor ejemplo que se puede dar de amor y abnegación. Ahora no deberían llorar más, porque el llanto lo derramaron hace tiempo, cuando te apoyaron en vida hasta el agotamiento. Paco, siento no poder volver a saludarte, aunque ya me había acostumbrado a hacerlo dándote un beso de amigo comprensivo. Y estoy seguro de que, cuando leas estas líneas, te vas a poner así de gordo, aunque debo decirte que en el dominó eras una playa. Hasta siempre con todo el cariño de este loco.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN