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Ojos de plato

Ojos de plato. Las luces de la Navidad

Como somos hombres, animales y mujeres de fe en las costumbres, en España para que suceda algo siempre nos encomendamos a la virgen

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Como somos hombres, animales y mujeres de fe en las costumbres, en España para que suceda algo siempre nos encomendamos a la virgen. A la virgen del Puente, a la virgen de la Inmaculada Concepción y a la Constitución del 78, también virgen porque sigue intacta. Mientras se reforma la Ley Electoral, que es como cambiar de bañera a plato de ducha, hucha y lucha , hoy vengo a aporrear lo de las luces de la navidad.

Gran victoria en nuestra merdellonísima competencia por deslumbrarnos como conejos en el arcén de la Marina. En este luminoso ranking hemos ganado la batalla naval a Vigo, a Barcelona y al secarral de Madrid sin playa. Mire, la navidad es para los niños y para los yayos. A los que nos pilla en medio, estas cosas nos estimulan brotes psicóticos, nostalgias y episodios de gasto compulsivo, pero pensándolo bien, me alegro mucho de que   los vecinos de Puente Genil hayan pasado de dar la jornalera lata con los membrillos, a estos espectáculos tecnológicos, innovadores y exportables ¡Y qué diantres, llega la Navidad!

Hay que ser muy aguafiestas para enfadarse porque nos empachen de pascueros, atorren con villancicos y nos engalanen el muestrario de franquicias de calle Larios: el salón de las visitas, comidas de empresa y cenas encuñadísimas de nochebuena. Lo dicho qué disfruten del puente, si se lo toman, o por lo menos que nos dejen como estamos, pidiendo milagros a la virgen del turismo inversor o a la estampita del billete de lotería, para pagar o apagar todo esto.

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