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Jueves 25/04/2024  

El Loco de la salina

Contestación del alcalde a Varela

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Recibí su pringosa carta y perdone que no le haya contestado antes, pero es que me tienen loco entre una cosa y otra. La última es que los obreros del tranvía han sacando a flote un montón de cañones de cuando vino Napoleón, y ahora tengo que pensar dónde los vamos a colocar antes de que se los lleven fuera que es la costumbre que aquí se estila.
Trillo, persona non grata aquí en La Isla, a pesar de mandar ahora menos que yo en mi casa, es capaz de llevárselos a Cartagena para ponerlos en la entrada de la Escuela de Artillería que ya se llevó en su momento. Total, que me tienen loco. Sin embargo no quería dejar pasar más días sin contestarle.
Como usted mismo dice, el arquitecto que diseñó la Plaza del Rey no pensó en ningún momento que usted estuviera allí en medio con su caballo, rodeado de un estanque sin sentido y en lo alto de un peñasco artificial por mucha predilección que La Isla le profesara. Es más, si se lo llega a imaginar, le da el infarto encima de los planos. Lo mismo le digo sobre el Premio Nóbel que obligó a poner el Corazón de Jesús en la fachada principal del Ayuntamiento. La cuestión es que lleva usted ahí la tira de años y comprendo que se queje de su nada envidiable situación. Le comprendo sobre todo por las cagadas de las palomas. Sé lo molesto que es eso, porque a mí también me caen cagadas de gaviotas continuamente, aunque éstas me las he buscado yo solito. Si yo le contara. El otro día me echó la bronca mi señora porque llevaba en la chaqueta una miserable cagadita de paloma. Y yo, mientras aguantaba el broncazo, pensaba en usted y en el mérito que tiene permanecer callado más de sesenta años con ese impresentable abrigo. Usted lo que quiere es que lo quitemos ya de la Plaza del Rey y que lo pongamos en un lugar más discreto. Le voy a ser sincero, es complicado. Bastantes líos llevo ahora mismo entre manos, como para meterme en otro charco. Aunque usted exponga en su carta que antiguamente señalaba con su magnífico dedo hacia un freidor que había enfrente y se pregunte desconcertado hacia dónde está señalando ahora, le puedo decir que ahora es precisamente cuando está prestando un extraordinario servicio a esta ciudad. Le explico. El gobierno ha regalado una bombilla de bajo consumo a cada hogar. Por favor, no se ría. Es cierto. Pues bien, tenemos que ir a recogerla a Correos. Por favor, si se sigue riendo, no le cuento más cosas. Ahí es donde entra usted con su impagable dedo señalando exactamente las oficinas de Correos para que ningún ciudadano se confunda y vaya al sitio, aunque después guarde treinta horas de cola y al final le digan que no hay existencias. El año que viene regalarán otra bombilla y así sucesivamente, de modo que yo calculo que hasta el año 2.050 tiene usted trabajo asegurado señalando y nosotros habremos podido sustituir al menos las lámparas del salón.
A veces pienso que usted se queja por vicio. Mire usted el Cardenal Spínola. Nació aquí en La Isla. Fue muy célebre y casi tan buena gente como yo; sin embargo ahí lo tenemos callado detrás de Capitanía, sin caballo, sin fuente, sin abrigo y dando solamente la cara encima de una columnita, como si el "obispo de los mendigos" no se mereciera mucho más que usted.
Bueno, en todo caso estudiaremos su petición y formaremos una comisión, a ver si así enterramos el tema de una vez. Lo del dinero perdido ni me lo miente. Ya les he dicho a los del tranvía que busquen bien y que menos cañones y más bolsas llenas de pasta.
Yo también le daría un fuerte abrazo, pero lo que me faltaba es que mi esposa me viera abrazándole con la de mierda que lleva encima.

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