Las ocasiones no se tienen, se aprovechan. Y en esa seguimos estando por más que señalemos y arrinconemos nuestras limitaciones sin que nada ni nadie nos aventure un mejor sino para el portuense.
Las oportunidades que se nos brindan, no hallan, por más que se presentan en el camino, un mejor porvenir.
La polaridad social que se nos ofrece estos días comprobamos con inquietud cómo el escalón entre ambos marca unas diferencias a todas luces preocupantes.
Dos realidades en una. Una parte de la población es sometida a un círculo vicioso inalterable que le imposibilita adaptarse a un estatus de mínimos y que por más ayudas y por más administraciones que pasen, su desgracia se eterniza ante la desazón de su día a día. Ayudas sociales que calman pero que no curan el dolor.
Una oportunidad perdida de convencernos ante políticas puntuales y paliativas. En contraposición, otra parte de ésta fiscaliza cómo estos mismos políticos tampoco valen para fomentar el crecimiento con la entrada de nuevas empresas que solivianten la cruda realidad empresarial.
Más bien lo contrario. Nuevos trenes que se marchan ante un raíl oxidado y caduco. La inactividad manifiesta resulta una dejación anquilosada para unos y otros. Un dejar pasar el tiempo sin corregir el mal evidente, no solucionar el paro y la infravivienda y no dar ocasión a que la oportunidad, el progreso, se instale.