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Cartas a Nacho

Making-of

Fuertemente desencantado, desilusionado con los grupos, con las entidades, empiezo, en realidad vuelvo, a creer en las personas...

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Quino, el genial dibujante argentino “padre” de Mafalda, creó en una de sus tiras una secuencia en la que viñeta a viñeta el plano se iba abriendo y lo que en principio era una playa, al final nos descubría que sólo era un reloj de arena que nos terminaba absorbiendo a todos. No puedo evitar recordar ese dibujo cuando llega este tiempo.

No sé si terminaremos como la familia de Mafalda, literalmente engullidos por la arena de la playa; me inclino a pensar que lo extraordinario, ahora que se ha convertido en cotidiano, será lo que nos termine alcanzando y nos impregne con una capa que definitivamente nos paralice.

Fuertemente desencantado, desilusionado con los grupos, con las entidades, empiezo, en realidad vuelvo, a creer en las personas. Si usted, querido y paciente lector, ha seguido durante esta temporada los artículos de “Cartas a Nacho” lo habrá comprobado.

La mirada, el foco nos gusta decir a los periodistas, lo he dirigido a la gente. A la más anónima. A la que por distintas circunstancias he conocido. A la que me ha permitido una charla. En lugares, a veces, rocambolescos. En otros mediaba un café. En algún viaje. También una parada de autobús o en mi lugar de trabajo habitual. Vuelvo a creer en el sujeto. Si nos tenemos que salvar de algo, seremos nosotros como entes individuales los que obremos el milagro.

Ha quedado confirmado que las entidades, los grupos, sólo tienen un objetivo: redimirse ellos mismos. Crear estructuras que les permitan justificarse. Ser imprescindibles y que nos hagan olvidar para lo que originariamente fueron creados.

Sin embargo, cuando pegas el oído a lo que te cuenta una persona, puedes descubrir una aventura. Una lección de superación. Una hazaña, que en el más absoluto anonimato, le ha permitido crecer y en ocasiones sobrevivir.

He conocido a gentes que lo dejaron todo por amor. Luchas personales que permitieron alcanzar el mayor logro de todos, ser uno mismo. Enamorados de su profesión que hacen felices a los demás. Hijos curtidos que tiemblan recordando a su madre fallecida. Gente normal que construyen lecciones de vida. De eso ha tratado esta serie de artículos. Estas “Cartas a Nacho” son experiencias para que otros se ilusionen con el ser humano. Soy un optimista, aún.

Esta temporada he querido mantenerme al margen de la actualidad oficial, esa que nos absorbe, esa que nos engulle y que quiere llevarnos al depósito contrario del reloj. Les debía una explicación y una relectura “1984” de Orwell. Soy un afortunado, he conocido a héroes.

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