Queridos lectores, precisamente en estos momentos en que en el mundo se agudiza la crisis económica general, hay cuestiones de sensibilidad que aumentan su valor y urgencia para evitar la desnaturalización de los sistemas económicos sociales que organizan a los muy diversos países del mundo. El problema de los sistemas y su primacía constituye un punto básico que define las esencias de la vida social planetaria. Esta cuestión, muchas veces pasa inadvertida a causa de tantas angustias que por todas partes se presentan. El contenido de los conceptos e ideas que hoy se debaten impulsa la lucha de los diversos sistemas que pujan por demostrar sus bondades y posibilidades, mientras que el papel de las personas ocasionalmente, suele relegarse a un segundo plano.
Los seres humanos son necesariamente el centro de la sociedad, porque sin los seres humanos no habría contenido, en tanto que algunos propugnadores de los sistemas a veces menosprecian y/o esquematizan la vida de las personas de tal manera que no cuentan y sólo aparecen como parte de consignas vacías y abstractas. Cuando analizamos a profundidad la existencia que se desenvuelve en lo que podríamos denominar el más acá, para no entrar en la trascendencia del más allá que podría ser algo discutible por parte de algunos o de muchos, comprendemos que hay una realidad muy evidente y es que la existencia resulta ser una para cada persona en su manifestación del presente y, por tanto, el derecho a vivirla se convierte en algo indiscutible y primordial. Si este derecho deviene una realidad que se afinca en nuestra propia presencia en el mundo, nadie podría negar que lo primero son las personas, los seres humanos por encima de consignas y demagogias. El no tener en cuenta esta prioridad existencial, sobre todo en una época caracterizada por el desarrollo científico y la intercomunicación como nunca antes en la humanidad, hace que una gran parte de la crisis general que hoy vivimos esté dada, en mi opinión, por una generalizada falta de confianza en los sistemas que poco a poco van fracasando ante las perplejas existencias de las personas que no ven esperanzas de futuro dentro de los marcos económicos y políticos en que se desenvuelven.
La obcecación por parte de algunos que sólo se preocupan en buscar las deficiencias de los otros mientras que apologetizan sus ideas y conceptos, desespera y exasperan a quienes sólo se ven utilizados como fichas dentro de un complejo tablero mundial. Por eso quizás para poder salir adelante hacia el futuro, tendríamos hacer cosas efectivas por encima de todo, para que las personas pudieran recuperar las esperanzas porque los desacuerdos más que palabras necesitan hechos que abran las posibilidades verdaderas de participación de todos.
En el medio en que me desenvuelvo sumidos dentro de un concepto de plaza sitiada como resultado de bloqueos externos genocidas y criminales, así como de los aislamientos y auto aislamientos propios, se plantean múltiples restricciones que si no son acompañadas de aperturas dirigidas a facilitar la participación y la creatividad no podrían recuperar la esperanza. Yo apoyo decididamente la necesidad del máximo ahorro pero con sinergias de participación directa y efectiva de las personas en los procesos económicos, para que el concepto de la pertenencia que tanto se necesita sea una realidad basada en los procesos de descentralización y socialización.