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Los "clicks" de Playmobil celebran los 40 años de su conquista de España

Antes de que los videojuegos abdujeran el ocio infantil, los "clicks" de Playmobil, unos muñequitos de tan sólo 7,5 centímetros, conquistaron los cuartos de millones de niños

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  • ¡Salud! -

Antes de que los videojuegos abdujeran el ocio infantil, los "clicks" de Playmobil, unos muñequitos de tan sólo 7,5 centímetros, conquistaron los cuartos de millones de niños, que crearon con ellos un microcosmos infinito de historias, y ahora se cumple el 40 aniversario de su triunfal desembarco en España.

El mundo "click" ("clack", cuando hablamos de las figuras femeninas) es un fenómeno planetario, aunque en el resto del mundo se conocían como "klickys" sin distinción de sexos.

Este virus atacaba a los más pequeños, pero se inoculó con más saña, incluso, en muchos adultos, coleccionistas irredentos de cualquier accesorio que acompañe a estas figuritas de plástico de cabeza redonda y sonrisa amistosa, convertidas en todo un icono pop.

La historia de este juguete, elaborado con acrilonitrilo butadieno estireno (alias ABD) y del que se han vendido miles de millones de unidades, es el eje de "Playmobil. 40 años de razones para amarlos" (Lunwerg), un libro de la socióloga Dorothée Charles, recién publicado y que recorre sus cuatro décadas de vida.

Los "clicks", sonido que se oye al ensamblar en las manos del muñeco alguno de sus múltiples accesorios, habían nacido en Alemania en 1974 obra del diseñador Hans Beck, que recibió el encargo del director de la firma Geobra, el visionario Horst Brandstäter, de crear un mundo de juego para los niños, que, de paso, aprovechase la boyante industria del plástico de la época.

Beck ideó un pequeño personaje heredero de los soldaditos de plomo, aunque con brazos y piernas articulados y una cabeza con un "pelo" en zigzag donde insertar sombreros y cascos de todo tipo. Para la cara, dos puntos pintados como ojos y un simple trazo de sonrisa, un rostro marca de la casa que, con el paso del tiempo, evolucionaría para dar cabida a otras expresiones.

El juguete se presentó en una feria de Nuremberg en tres versiones -las figuras de un indio, un caballero medieval y un obrero de la construcción, con sus respectivos complementos- y atrajo la atención de un mayorista holandés que realizó un pedido de un millón de marcos de la época.

Ése fue el despertar del imperio Playmobil. A los nuevos encargos se sumaron otros escenarios: hospitales, barcos piratas, el espacio y los astronautas, policías, granjas, civilizaciones históricas, deportistas... Además, se sumaba a la familia la primera "clack" (1976), los niños "click" (1981), el "bebeclick" (1984), una oferta que lo hacía tan deseable para niños como para niñas.

La puesta en escena de Playmobil fue desde un principio muy cinematográfica, señala Dorothée Charles, con una gran atención a los detalles, desde el cincelado de una espada pasando por los pétalos de una flor o los motivos egipcios de una tumba.

Estos muñequitos, con sus reconocibles cajitas azules, llegaron a España en 1976 tras un acuerdo con la empresa Famosa, que les bautizó como Famobil (contracción de Famosa y Playmobil, que muchos aficionados siguen utilizando) hasta 1983, cuando Geobra compró la fábrica de Onil (Alicante), una de las principales factorías de la firma.

En estos cuarenta años, explica Dorothée Charles en su obra, se han creado más de 4.600 modelos de Playmobil, 30.000 accesorios, 1.000 rostros o 400 cortes de pelo: en total 2.800 millones de personajes, que además han tenido en cuenta los colores y las características cromáticas preferidas en cada mercado nacional.

¿Cuáles son las razones de que este juguete haya mantenido su éxito? Para Kai Försterlig, coleccionista atípico -le gustan las piezas raras y con historia- y propietario de una tienda "online" dedicada a los Playmobil, todo se basa en la sencillez de su diseño, a pesar de que el juguete ha evolucionado en las últimas entregas, perdiendo precisamente cierta versatilidad, apunta a Efe.

"La posibilidad que los 'clicks' ofrecen de combinar colores, cabezas, pelos, gorros, sombreros, espadas... eso a los niños les encanta, se lo pasan pipa; además tienen un tamaño ideal para sus manos y poder llevarlo a cualquier sitio", comenta Försterlig.

Otro factor innegable es la nostalgia, porque muchos padres, niños en los setenta, han inculcado a sus hijos esta devoción: "Además, son unos muñequitos que duran y duran, porque mis hijos juegan ahora con algunos de mis clicks de entonces", explica Försterlig.

El "freakismo" en torno al mundo click se ha exacerbado sin duda gracias a internet, una vía que ha facilitado que los seguidores del juguete, que suelen reunirse en ferias por todo el mundo, puedan estar en contacto por medio de foros (Somosclicks o Playclicks) y webs especializadas donde comentar experiencias, comprar o intercambiar accesorios o criticar cualquier innovación que no les guste.

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