Entrar por el Real significa empezar a asumir una amplia gama de olores que llegan de forma inconfundible de las cocinas de las casetas, e incluso abren el apetito para quien, como es habitual, suele acercarse por el ferial sobrepasado el mediodía. Porque si algo tiene la Feria es que es un momento para reunirse con los amigos, y siempre acompañada de un buen vino fino o quizás un plato de jamón, para los amantes del cerdo, o el marisco para los que atraídos por el buen comer prefieren deleitar sus estómagos con estas exquisiteces marinas.
Sin duda, el que viene a la feria sabe, la mayoría de las veces, dónde ir, y máxime en la Feria donde los portuenses buscan sus rincones más especiales para tomarse un pescaíto frito, una tortilla española, quizás un pinchito o un plato de pimientos fritos que te quita el hambre durante un rato para después, cuando has bailado dos sevillanas, volver a emprender una de las acciones más habituales de la feria que es disfrutar del buen comer.
Para ello, los camareros y cocineros que estos días disfrutan de la feria pero desde dentro de las cocinas de las distintas casetas que adornan el Real, trabajan prácticamente 24 horas para ofrecer la variedad propia de estos días, aunque muchos, se esmeran por dar un toque de genialidad a su caseta ofreciendo especialidades de la casa que no dejan impasible a nadie. Así, la paella sigue siendo uno de los referentes de algunas casetas como Afanas, o el marisco por supuesto en Los Romeros, sin olvidar la carne a la castellana que suele servir la Hermandad del Rocío en su caseta. Entre los platos que ya nadie olvida de probar es el pulpo a feira, después del éxito que tuvo en su día la caseta de Galicia. Evidentemente hay que probar el guiso en Casa Galicia, y pasarse por la Casa de Extremadura para conocer -y gustar- de la tradicional caldereta.
Pero este año la gastronomía valenciana tendrá su especial espacio en Las Banderas. La caseta dedicada a la comunidad autónoma contará con una amplia representación de los mejores manjares de la tierra conocida mundialmente por sus naranjas. Desde el punto más meridional de la Costa Blanca hasta Castellón Costa Azahar, pasando por Benidorm o Valencia Terra i Mar, la gastronomía de la región es un verdadero deleite para los sentidos.
A pesar de que la huerta valenciana no es lo que era, sí que se conversan muchas recetas fácilmente cocinables. Con cebollas, acelgas, judías tiernas y patatas, se prepara el famoso bullit (hervido), plato más popular que la paella, una receta casi obligada durante la hora de la cena en todos los hogares valencianos. Y con habas, pimientos alcachofas, berenjenas, cardos, calabazas y nabos, mil y un platos que empiezan en las ensaladas más imaginativas y concluyen en las verduras surtidas a la plancha.
El arroz sin duda monopoliza la diversidad valenciana. Con la paella, un plato humilde, que a finales del siglo XIX saltó de las barracas y alquerias a las casas de comidas, barracones y merenderos de la playa, no se agotan las modalidades de cocinar el arroz. Hay arroces caldosos, cocinados en calderos, pucheros, peroles y cazuelas, como el famoso arròs amb fesols i naps, y arroces melosos preparados en cazuelas hondas de barro, del estilo del arròs al forn (arroz al horno) o el arròs amb costra (arroz con costra).
Pero el Mediterráneo también aporta otros alimentos, los pescados y mariscos, productos ricos del mar, frescos y delicisosos. Haciendo gala de una gran sabiduría, en la Comunitat Valenciana los pescados se tratan de manera muy sencilla, al horno, a la plancha, a la brasa, en fritura o bien con guisos tan simples como suculentos. Atunes, sardinas, merluzas, salmonetes, lenguados, rapes, pulpos, meros, cabuts, pintarrojas, brecas, sepias, gallinetas, caballas, melvas, chernes, rayas, doradas, brótolas y lechas constituyen la materia sobre la que se montan deliciosas especialidades.
Toda buena comida debe ser aderezada por un exquisito vino que ponga sabor a lo que se consume. En el transcurso de los últimos años, el sector vitivinícola ha sufrido una gran expansión y mejora, quedando patente en los vinos blancos, tintos y dulces de las tres denominaciones de origen oficialmente reconocidas -Alicante, Utiel-Requena y Valencia-, a los que se suman otras modalidades de distintas zonas de la comunidad valenciana y que así hacen que se pueda conformar una amplia carta de vinos. Mención especial merecen además los vinos producidos en los 66 municipios que configuran la Denominación de Origen Valencia. Y qué mejor que poder degustar un postre para terminar de probar los productos valencianos. Muchos de ellos están relacionados con las efemérides religiosas. A las pastes y pastissos, coques y coquetes, es necesario añadir un dulce emblemático como el arnadí, natillas, buñuelos de fallas, pastis de gloria del sábado de Semana Santa, leche merengada, horchata de chufas, flaons de requesón; roscos de anís, empanadillas de calabaza, carquiñolis de avellana y orelletes (dulces de sartén).
Dos cosas son imprescindibles en la Feria. Un buen surtido de comida y una buena copa de vino si es Fino, mejor que mejor, porque la Feria lleva unida
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