Si echo la memoria hacia atrás, mis recuerdos en las cocinas que conocí no son muy grandes, pero ahí están, a muchos de ellos los recuerdo por nombre y hechos y os cuento de algunos. Recuerdo a un tal Juan, el cual era un polvorilla en la cocina, siempre se mosqueaba con todos los camareros cuando estos le pedían mucho, es decir cuando la terraza y la barra estaban hasta los topes; recuerdo de aquella misma época a un tal Luis, un hombre místico que sabía lo que se hacía. Mención especial a otro Juan, que fue el que me enseño no pocas cosas en la cocina, sobre todo a no alterarse cuando la bulla nos comía.
Mi memoria no es tan buena para recordar a todos por nombre, pero a los que conocí de todos aprendí, poco o mucho pero de todos aprendí. Aunque es verdaderamente una escuela la historia que se han montado hoy día los cocineros en los medios de comunicación, sinceramente aunque a muchos de ellos no les guste denominarlo así, han convertido el oficio de cocinero en un verdadero ARTE.
Con esos platos maravillosos, llenos de colores, aromas increíbles, texturas maravillosas y, cómo no, sabores fantásticos. Han convertido el hábito natural de comer en hacer de ello un deleite, en el hecho que disfrutemos solo con admirarles.
Lo que más me llama la atención es ver en concursos de televisión personas con profesiones en las que se verían más cómodas a querer ser cocineros. Es increíble, siempre mi madre me dijo que fuese médico, arquitecto o abogado, ahora la profesión de cocinero se ha convertido como estas o tal vez más que estas.