Cuántos buenos recuerdos me traen estas fechas, en las que los que tenemos hijos vemos la ilusión de ellos al volver al colegio. Cuántas experiencias encerradas en la mente, la cuales algunas alegran y otras muchas no tanto, ya que más que estudiar, yo personalmente, iba al colegio, lo vuelvo a decir: iba al colegio.
Cuántos de esos recuerdos me traen los buenos bocadillos de magreta que me comía en el bar de Pepe, allí en SAFA. Con poco más de media barra de pan y algo que hoy cuesta encontrar en carnicerías, como es la magreta, qué feliz era.
Otros muchos recuerdos me los traen los bocadillos que mi madre preparaba, no en pocas ocasiones de algo tan inusual como la mermelada de tomate. ¡¡Qué ricos estaban esos bocatas!! No menos importante era cuando el desayuno se tornaba en dulce, es decir que con una caracola hacíamos las delicias para toda la mañana.
Aunque lo más agradecido que recuerdo es el gran esfuerzo que hacía mi padre, cuántas mañanas nos acercaba al colegio en aquel Seat 850 Especial, esfuerzo entendible aún más cuando se conocen las horas en las que llegaba de su trabajo.
No en pocas de estas ocasiones, donde “El Paquito” se lanzaba a buscarnos a las 12.30 h., parábamos en algunos de esos barecillos que tanto conocía, y con un vaso de Coca-Cola… ¡Qué felices éramos! Recuerdo y mucho las tapas, en “los enanitos” en la Barriada de las Nieves, de menudo… recuerdo las de chorizo en un barecito que había en la calle San Sebastián, o bien las de pajaritos en el Transporte. Buenos tiempos, sí señor.
Aunque lo que mejor recuerdo era llegar de tan duro día de esfuerzo, no mucho mental, y tener a toda mi gente alrededor de la mesa. ¿Qué más se le puede pedir a la edad del crecimiento?