Murciano reza su viacrucis poético por el Lunes Santo
El poeta rescató saetas y la obra de ilustres paisanos dedicada al Caío y a la Amargura
A la par que mantiene abierta al público su exposición de arte sacro, la hermandad de Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas y María Santísima de la Amargura se ha erigido protagonista por segundo fin de semana consecutivo; en la última ocasión con el hermanamiento de la banda de cornetas y tambores con su homónima de Triana (Sevilla) y con la exaltación que el poeta arcense Antonio Murciano hizo del Lunes Santo. Ambos actos, celebrado respectivamente en el colegio La Salle y en la parroquia de San Francisco, acapararon la atención del mundo cofrade y de la sociedad arcense en el ecuador cuaresmal.
Murciano contó con la presentación de nuestro compañero periodista Abraham Ceballos, quien definiría el perfil de un hombre que no necesita presentación, autor de saetas y coplas, pregonero en los más selectos auditorios andaluces y españoles, escritor de miles de poemas y decenas de libros, flamencólogo, taurino..., pero sobre todo eso, poeta.
Llegado el caso, Murciano puede presumir de haber formado parte de “una generación decisiva” para la historia cofrade en Arcos, que apuntaría el presentador. En aquellos años cincuenta del siglo pasado, el pregonero de la Semana Santa de Sevilla de 2005 contraería gran amistad con algunos hombres que por aquellos entonces fundaron la hermandad del Lunes Santo.
Ya en el atril parroquial, el exaltador se presentó como lo que es: un hombre maduro que araña los ochenta, que viene de vuelta y que, como diría al final de su hermoso pregón, tiene buena dicha por si llega tarde a la cita... El orador entregado al amor “como clave poética”, comenzó aludiendo a su última antología poética, de reciente presentación, para recitar un poema que le “martilleaba la conciencia” y que ha sido definitivo en la composición de su exaltación: “Ayúdame, amigo, a ser transparente contigo/Ayúdame, madre, a regresar a mi infancia y a necesitarme/Ayúdame, hijo, a conocerme a mí mismo/ Y ayúdame, amor, siguiendo el viejo camino que hace sobre el agua el sol, a verle juntos un día la cara a Dios”
Así, el poeta se entregó a la rogativa de ayuda de Dios, en principio para aludir a la obra dedicada a la hermandad caidista por el también arcense Antonio Barea y a cuantos actos ha protagonizado la franciscana cofradía en estos días cuaresmales. También para redescubrir la obra poética de su paisano Pedro Sevilla en tiempos en que éste fue costalero del paso del Caído, o del libro de saetas de Manolo Zapata hijo.
Pero también hubo piropos para el marco por donde Jesús hinca su rodilla hasta tres veces, para recordar que Arcos se antoja como la pequeña Jerusalén de Andalucía. Y en alarde periodístico y documental, rescatar los boletines informativos de la hermandad y datos precisos: de los primeros treinta hermanos inscritos en 1940 en la cofradía, sólo tres quedan en vida.
“Qué pena daba mirarte/ qué pena oculta por esas cuestas llorando la Virgen sale en su busca/ Su corazón de plata relumbra como la luna/Ay, que no podían quitarle la cruz de encima/ La cruz que le pesa tanto que le dobla las rodillas/ No veis la sangre en sus hombros/ No veis como respira/ Hijo que cayó tres veces/ Cristo de las Tres Caídas...”.
El poeta reparó en los tres momentos “gloriosos” representados en el Vía Crucis de la azulejería blanquiazul de San Francisco: la flagelación del Señor Atado a la Columna, las Tres Caídas del Señor en su vía de la Amargura y la Quinta Angustia con su divino hijo en los brazos, en sus respectivas hermandades.
Antonio Murciano pidió “cerrar los ojos y el alma para oír cantar en nuestro corazón con el eco de los saeteros arcenses”, en alusión a la obra del gran poeta Julio Mariscal: “Miradlo pasar la calle/ Cristo de las Tres Caídas/ Los ojos llenos de amor/ El cuerpo lleno de heridas/ Destrozado el corazón/ Un lucerito besaba la sangre de sus heridas/ Tu madre sola lloraba/ Cristo de las Tres Caídas/ La Amargura la embargaba/ Se va oscureciendo el sol/ Se va cerrando la tarde/ Se va oscureciendo el sol/ Y el Cristo de las Caídas se va muriendo de amor...”.
Después de recordar a Mariscal en su obra saetera, al también poeta Antonio Luis Baena o al compositor musical Vicente Gómez Zarzuela y de ensalzar las figuras de la Virgen y de Cirineo, siguió haciendo su particular viacrucis, para terminar con la oración broche de oro a su sevillano pregón de 2005: “Que éste que hoy ves aquí de regreso/ Náufrago de sí mismo a la deriva/ El de la mano un día vengativa/ el porqué sí rebelde, el loco obseso/ Éste que hoy ves aquí de carne y hueso/ en mentira y verdad, en alma viva/ El que escupió en tu rostro su saliva/ El que se fue de ti, el que hizo éso/ El que su vida te cerró con llaves/ El renegado, el que cumplió condena/ Ese soy yo que he vuelto con las aves/ Te perdí en el gozar, te hallé en la pena/ Tarde de hallé Señor pero tú sabes/ Que nunca es tarde si la dicha es buena”.
Con esta hermosa oración que entraña un sincerísimo arrepentimiento, el ilustre arcense puso final a su exaltación al Lunes Santo, recibiendo muestras de agradecimiento y cariño por los presentes, entre ellos su familia y la alcaldesa de la ciudad, Josefa Caro. Broche de oro, de nuevo, con la banda de cornetas y tambores de la hermandad después de su emotivo hermanamiento un día antes con la de las Tres Caídas trianera.
Murciano contó con la presentación de nuestro compañero periodista Abraham Ceballos, quien definiría el perfil de un hombre que no necesita presentación, autor de saetas y coplas, pregonero en los más selectos auditorios andaluces y españoles, escritor de miles de poemas y decenas de libros, flamencólogo, taurino..., pero sobre todo eso, poeta.
Llegado el caso, Murciano puede presumir de haber formado parte de “una generación decisiva” para la historia cofrade en Arcos, que apuntaría el presentador. En aquellos años cincuenta del siglo pasado, el pregonero de la Semana Santa de Sevilla de 2005 contraería gran amistad con algunos hombres que por aquellos entonces fundaron la hermandad del Lunes Santo.
Ya en el atril parroquial, el exaltador se presentó como lo que es: un hombre maduro que araña los ochenta, que viene de vuelta y que, como diría al final de su hermoso pregón, tiene buena dicha por si llega tarde a la cita... El orador entregado al amor “como clave poética”, comenzó aludiendo a su última antología poética, de reciente presentación, para recitar un poema que le “martilleaba la conciencia” y que ha sido definitivo en la composición de su exaltación: “Ayúdame, amigo, a ser transparente contigo/Ayúdame, madre, a regresar a mi infancia y a necesitarme/Ayúdame, hijo, a conocerme a mí mismo/ Y ayúdame, amor, siguiendo el viejo camino que hace sobre el agua el sol, a verle juntos un día la cara a Dios”
Así, el poeta se entregó a la rogativa de ayuda de Dios, en principio para aludir a la obra dedicada a la hermandad caidista por el también arcense Antonio Barea y a cuantos actos ha protagonizado la franciscana cofradía en estos días cuaresmales. También para redescubrir la obra poética de su paisano Pedro Sevilla en tiempos en que éste fue costalero del paso del Caído, o del libro de saetas de Manolo Zapata hijo.
Pero también hubo piropos para el marco por donde Jesús hinca su rodilla hasta tres veces, para recordar que Arcos se antoja como la pequeña Jerusalén de Andalucía. Y en alarde periodístico y documental, rescatar los boletines informativos de la hermandad y datos precisos: de los primeros treinta hermanos inscritos en 1940 en la cofradía, sólo tres quedan en vida.
“Qué pena daba mirarte/ qué pena oculta por esas cuestas llorando la Virgen sale en su busca/ Su corazón de plata relumbra como la luna/Ay, que no podían quitarle la cruz de encima/ La cruz que le pesa tanto que le dobla las rodillas/ No veis la sangre en sus hombros/ No veis como respira/ Hijo que cayó tres veces/ Cristo de las Tres Caídas...”.
El poeta reparó en los tres momentos “gloriosos” representados en el Vía Crucis de la azulejería blanquiazul de San Francisco: la flagelación del Señor Atado a la Columna, las Tres Caídas del Señor en su vía de la Amargura y la Quinta Angustia con su divino hijo en los brazos, en sus respectivas hermandades.
Antonio Murciano pidió “cerrar los ojos y el alma para oír cantar en nuestro corazón con el eco de los saeteros arcenses”, en alusión a la obra del gran poeta Julio Mariscal: “Miradlo pasar la calle/ Cristo de las Tres Caídas/ Los ojos llenos de amor/ El cuerpo lleno de heridas/ Destrozado el corazón/ Un lucerito besaba la sangre de sus heridas/ Tu madre sola lloraba/ Cristo de las Tres Caídas/ La Amargura la embargaba/ Se va oscureciendo el sol/ Se va cerrando la tarde/ Se va oscureciendo el sol/ Y el Cristo de las Caídas se va muriendo de amor...”.
Después de recordar a Mariscal en su obra saetera, al también poeta Antonio Luis Baena o al compositor musical Vicente Gómez Zarzuela y de ensalzar las figuras de la Virgen y de Cirineo, siguió haciendo su particular viacrucis, para terminar con la oración broche de oro a su sevillano pregón de 2005: “Que éste que hoy ves aquí de regreso/ Náufrago de sí mismo a la deriva/ El de la mano un día vengativa/ el porqué sí rebelde, el loco obseso/ Éste que hoy ves aquí de carne y hueso/ en mentira y verdad, en alma viva/ El que escupió en tu rostro su saliva/ El que se fue de ti, el que hizo éso/ El que su vida te cerró con llaves/ El renegado, el que cumplió condena/ Ese soy yo que he vuelto con las aves/ Te perdí en el gozar, te hallé en la pena/ Tarde de hallé Señor pero tú sabes/ Que nunca es tarde si la dicha es buena”.
Con esta hermosa oración que entraña un sincerísimo arrepentimiento, el ilustre arcense puso final a su exaltación al Lunes Santo, recibiendo muestras de agradecimiento y cariño por los presentes, entre ellos su familia y la alcaldesa de la ciudad, Josefa Caro. Broche de oro, de nuevo, con la banda de cornetas y tambores de la hermandad después de su emotivo hermanamiento un día antes con la de las Tres Caídas trianera.
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