Queridos lectores, concuerdo en que para no volver atrás hay que revisar y rectificar todo lo que se está haciendo al objeto de promover un reimpulso del proceso social. En varias oportunidades he escrito interpretaciones del pasaje bíblico que nos habla de la esposa de Lot y del significado que tuvo mirar hacia atrás en un momento tan dramático como el que se nos relata en el Génesis 19 sobre el castigo a las ciudades corruptas de Sodoma y Gomorra. Es un concepto con un gran simbolismo, porque amarrarse al pasado sin un consecuente espíritu crítico tal y como lo hacen algunos, puede convertirse en una causa de desmoronamiento social. Para no volver atrás es de vital importancia además de revisar y rectificar, enfrentarse al burocratismo que lo corroe todo y genera corrupción. Coincido plenamente también con quienes se plantean esas ideas específicas que he entresacado de un discurso de Hugo Chávez en Caracas el pasado 15 de febrero con motivo de su triunfo en el referendo realizado ese día. No juzgo los asuntos internos de otros países, pues considero que nosotros tenemos muchos problemas que resolver en Cuba para ponernos a juzgar a los demás, pero los propósitos de construir un nuevo socialismo en el siglo XXI adaptado a las circunstancias de cada país americano, expresados también en este discurso, nos conciernen muy directamente a todos los latinoamericanos, porque estamos en un momento histórico crucial. En esta dirección, añado un criterio desde el punto de vista conceptual y práctico concreto, de que la actitud triunfalista nubla la comprensión de la realidad y cuando no se identifica adecuadamente esa realidad y tampoco se facilita hablar en público sobre sus características y sus problemas, entonces todo lo que habría que rectificar para poder salir adelante podría continuar sucediendo con el consecuente daño al proyecto social en cuestión. Si queremos construir un verdadero socialismo, tendríamos que ser sus más persistentes críticos para solventar los errores, buscarle alternativas a las deficiencias y ser muy efectivos en su desenvolvimiento cotidiano. En estas circunstancias, no podría desarrollarse un nuevo y verdadero socialismo, sin la participación democrática y directa del pueblo en función de sujeto social que se implica y responsabiliza sin intermediarios burocráticos innecesarios y entorpecedores. Para eso, habría que entender que los que clamamos por más socialismo participativo mediante una mayor socialización de la propiedad social, partimos de la necesidad de que se resuelvan las limitaciones evidentes del socialismo real estatista y rígidamente centralizado, que empobrece y anula a la sociedad civil la que es garantía y fortaleza para el presente y el futuro. Por otra parte, no podría negarse que futuro y juventud son conceptos consubstanciales, porque la fórmula efectiva de edificar el futuro necesita además de que se conozca el proyecto, de la participación directa y consecuente de la juventud, y sobre todo de que reciban a tiempo el bastón de relevo. Para eso es fundamental que se formen muchos líderes que puedan hacerse cargo de los timones de mando de la sociedad. Si por otra parte se reconoce que la unanimidad no es verdadera y de que lo esencial es la unidad en la diversidad. Entonces, ¿cuál es la diferencia en que estos conceptos señalados los exprese Chávez en Venezuela o los digamos en Cuba los partidarios del Socialismo Participativo y Democrático?