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Reflexiones sobre la crisis

La actual crisis económica no es como se cree sólo un problema técnico, que requiera soluciones de este tipo. Es una crisis ética, de principios morales, sobre los que se ha ido construyendo la economía, nuestra sociedad, nuestra existencia...

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La actual crisis económica no es como se cree sólo un problema técnico, que requiera soluciones de este tipo. Es una crisis ética, de principios morales, sobre los que se ha ido construyendo la economía, nuestra sociedad, nuestra existencia. Porque lo más grave, junto al drama del sufrimiento, la desesperanza en todo el planeta, es que nuestras vidas, nuestros deseos y aspiraciones también se están construyendo desde esos mismos principios. Es urgente no sólo refundar la vida social, la economía, sino nuestra propia humanidad.

Para los cristianos, en la Doctrina Social de la Iglesia, encontramos criterios, valores, actitudes y prácticas a promover y vivir en nosotros mismos, en nuestros barrios, en nuestras empresas, en nuestras parroquias… Pero además, elementos fundamentales desde donde, con otros, buscar salidas a la crisis, a una nueva economía, a una nueva sociedad.

Para que la economía sea la medida del ser humano, respete y promueva su dignidad de persona, éste ha de ser tratado siempre como sujeto y fin, nunca como instrumento. Eso significa, por ejemplo, que la economía financiera debe estar al servicio de los ciudadanos, de sus necesidades materiales, culturales y espirituales. Que debe colaborar y servir a la economía productiva para que genere los bienes y servicios necesarios.
Significa también que toda la política económica ha de construirse desde las respuestas a estas preguntas ¿Para qué producir? ¿Qué producir? ¿Cómo producir? ¿Para quién debe producirse? ¿Cómo debe consumirse? Pero poniendo en el centro de las respuestas la prioridad de la vida de todas las personas.

Poner en el centro de la vida económica y social a las personas y, en concreto, a los empobrecidos supone también la necesidad de control democrático de la actividad económica. La economía no está al margen de la política.
Debemos romper la inercia de no corresponsabilizarnos con nada porque no depende de nosotros. Todos tenemos responsabilidad de lo que pasa. Nuestra indiferencia también genera dolor y sufrimiento. Es el momento del compromiso: vivir nuestra vida priorizando la solidaridad con los pobres.

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