Educación y ciudadanía
El problema no es la ciudadanía, es la Educación. La decisión del Tribunal Supremo de salvar la asignatura de Educación para la Ciudadanía...
El problema no es la ciudadanía, es la Educación. La decisión del Tribunal Supremo de salvar la asignatura de Educación para la Ciudadanía, aunque despeja legalmente el camino jurídico –al establecer que no cabe la objeción de conciencia y por lo tanto los 50.000 alumnos que habían objetado deberán estudiar obligatoriamente la materia– no garantiza su correcta aplicación.
El Tribunal ha acordado, por una amplia mayoría, incluir una matización fundamental en el sentido de que no se permitirá imponer a los alumnos criterios morales o éticos que sean objeto de discusión en la sociedad y deja claro que la materia debe centrarse en la educación de principios y valores constitucionales. Esa música suena muy bien y nadie la pone en cuestión, porque todos queremos que nuestros hijos sean educados en el respeto a los demás y en el cumplimiento de los valores que están reflejados en nuestra la Carta Magna.
El problema está en la aplicación de la letra, en cómo se va a llevar la recomendación a la práctica y sólo leyendo los libros de texto se desmorona la aspiración del supremo. Mientras unos descalifican la laicidad, otros critican durísimamente las posiciones de la Iglesia católica. Unos se niegan a reconocer el matrimonio entre homosexuales otros la reivindican como parte de nuestra legalidad, y lo mismo ocurre con el uso de los preservativos, o la experimentación con embriones. De esta forma cada centro escolar hace de su capa un sayo y permite adaptar el texto que más le convenga a su ideología o creencia.
A mí, como a todos, me repugna pensar que mis hijos puedan ser adoctrinados, pero lo cierto es que lo pueden ser con esta o con cualquier asignatura teniendo en cuenta que la inspección del Estado, que debía velar por el cumplimiento de las normas esenciales de nuestro sistema educativo está desaparecida cuando no atemorizada por los reyezuelos autonómicos. En su día me mostré en contra de la objeción de conciencia y podría sentirme satisfecha porque el Supremo se ha posicionado en unas tesis que yo defiendo, pero no lo estoy porque desconfío del sistema educativo en general. El problema no es la ciudadanía sino la Educación. Y ese sí es un verdadero problema que nos incumbe a todos.
El Tribunal ha acordado, por una amplia mayoría, incluir una matización fundamental en el sentido de que no se permitirá imponer a los alumnos criterios morales o éticos que sean objeto de discusión en la sociedad y deja claro que la materia debe centrarse en la educación de principios y valores constitucionales. Esa música suena muy bien y nadie la pone en cuestión, porque todos queremos que nuestros hijos sean educados en el respeto a los demás y en el cumplimiento de los valores que están reflejados en nuestra la Carta Magna.
El problema está en la aplicación de la letra, en cómo se va a llevar la recomendación a la práctica y sólo leyendo los libros de texto se desmorona la aspiración del supremo. Mientras unos descalifican la laicidad, otros critican durísimamente las posiciones de la Iglesia católica. Unos se niegan a reconocer el matrimonio entre homosexuales otros la reivindican como parte de nuestra legalidad, y lo mismo ocurre con el uso de los preservativos, o la experimentación con embriones. De esta forma cada centro escolar hace de su capa un sayo y permite adaptar el texto que más le convenga a su ideología o creencia.
A mí, como a todos, me repugna pensar que mis hijos puedan ser adoctrinados, pero lo cierto es que lo pueden ser con esta o con cualquier asignatura teniendo en cuenta que la inspección del Estado, que debía velar por el cumplimiento de las normas esenciales de nuestro sistema educativo está desaparecida cuando no atemorizada por los reyezuelos autonómicos. En su día me mostré en contra de la objeción de conciencia y podría sentirme satisfecha porque el Supremo se ha posicionado en unas tesis que yo defiendo, pero no lo estoy porque desconfío del sistema educativo en general. El problema no es la ciudadanía sino la Educación. Y ese sí es un verdadero problema que nos incumbe a todos.
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