Recuerdo ese balón de fútbol que me pusieron los Reyes Magos cuando tenía unos siete años. Era de cuero, pentágonos negros cosidos con hexágonos blancos. Aún recuerdo su olor. Me duró años y años, hube de arreglarlo en el estadio Carranza de varios pinchazos.
Revivo la ilusión de la expectativa: le había pedido a los Reyes un balón de fútbol. Y este colmó mis deseos durante mucho tiempo. Ilusión grande y cuidada porque los niños de aquella época habíamos aprendido a esperar. Hoy es ilusión extinta por la cultura del ya, ahora mismo, que lleva a cualquier padre a no esperar el día 6 de enero, porque da palos de ciego en lugar de seguir un proyecto educativo.
Saber esperar es algo fundamental para valorar algo. La paciencia al servicio de la economía.
En pleno acmé crítico económico hay que valorar cada euro que se gasta para que todo asiente en el lugar que le corresponde.
La economía espera que la justicia vuelva a tomar su peso en oro y que otros valores tengan como referencia un código de barras digital porque se puede tocar, tan real como vital.
A la economía le ha pasado lo que cuentan de la gallina de los huevos de oro. Prendados por el brillo del metal precioso habíamos exclamado “qué huevos, qué lindos, qué maravilla”, y despreciando a la propia gallina, generadora de la riqueza, la hemos matado esperando recibir un premio mágico de multitud de huevos que no han llegado ante nuestra cara de pasmo, también llamada de idiota.
¿Dónde está esa gallina que nos producía tanta riqueza?
La calaña económica toma como patrón el gasto a toda costa y a todo coste, y la economía robora el error y se extingue como las brasas con el hielo.
Porque la economía es ácrona y sólo crece ante el sol y bajo la lluvia que la consolidan.
Aquel balón de cuero fue algo esperado, trabajado, mantenido en el tiempo. Y en el recuerdo me evoca las cosas que valen y dan fundamento a la economía, a nuestra riqueza interior y exterior.
El crecer, el prosperar no entiende de crisis.
11 enero 2012
Revivo la ilusión de la expectativa: le había pedido a los Reyes un balón de fútbol. Y este colmó mis deseos durante mucho tiempo. Ilusión grande y cuidada porque los niños de aquella época habíamos aprendido a esperar. Hoy es ilusión extinta por la cultura del ya, ahora mismo, que lleva a cualquier padre a no esperar el día 6 de enero, porque da palos de ciego en lugar de seguir un proyecto educativo.
Saber esperar es algo fundamental para valorar algo. La paciencia al servicio de la economía.
En pleno acmé crítico económico hay que valorar cada euro que se gasta para que todo asiente en el lugar que le corresponde.
La economía espera que la justicia vuelva a tomar su peso en oro y que otros valores tengan como referencia un código de barras digital porque se puede tocar, tan real como vital.
A la economía le ha pasado lo que cuentan de la gallina de los huevos de oro. Prendados por el brillo del metal precioso habíamos exclamado “qué huevos, qué lindos, qué maravilla”, y despreciando a la propia gallina, generadora de la riqueza, la hemos matado esperando recibir un premio mágico de multitud de huevos que no han llegado ante nuestra cara de pasmo, también llamada de idiota.
¿Dónde está esa gallina que nos producía tanta riqueza?
La calaña económica toma como patrón el gasto a toda costa y a todo coste, y la economía robora el error y se extingue como las brasas con el hielo.
Porque la economía es ácrona y sólo crece ante el sol y bajo la lluvia que la consolidan.
Aquel balón de cuero fue algo esperado, trabajado, mantenido en el tiempo. Y en el recuerdo me evoca las cosas que valen y dan fundamento a la economía, a nuestra riqueza interior y exterior.
El crecer, el prosperar no entiende de crisis.
11 enero 2012
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