Sin embargo, a pesar de lo rotundo de la cifra –trece siglos- y de la trascendencia de aquel episodio histórico, llama la atención que en un tiempo tan propenso a recordar aniversarios y centenarios de todo tipo de eventos, se haya ignorado prácticamente la evocación de los sucesos de 711 y, lo que es más importante, de su significación. Basta comprobar el escaso eco mediático que ha tenido esta singular conmemoración a la que tampoco parece haberse prestado mucho interés desde el ámbito académico, si dejamos a un lado la honrosa excepción del Centro de Estudios Históricos Jerezanos que ha dedicado este año sus Jornadas de Historia de Jerez a la “revisión histórica del Jerez andalusí en la conmemoración de la Batallada del Guadalete”.
Por muchas razones creemos que los acontecimientos a los que nos referimos pueden calificarse de “históricos” en el más pleno sentido de la palabra, habida cuenta de la gran repercusión que para la Historia (con mayúsculas) de nuestro país y de buena parte del ámbito mediterráneo tuvieron aquellos hechos. A todo ello hay que sumar un dato de gran relevancia para nuestro entrono inmediato y es que, con independencia de la controversia académica sobre el escenario físico en el que tuvo lugar aquel renombrado episodio histórico que se saldó con la desaparición de la Hispania visigoda y el nacimiento del al-Ándalus musulmán, en la historiografía tradicional este hecho es conocido como “Batalla de Guadalete” y está ya para siempre vinculado estrechamente con nuestro territorio cercano y con nuestros paisajes.
la historia
Como cuentan los historiadores, todo empezó en las últimas décadas del siglo VII. Tras vencer a las tribus beréberes que habían ofrecido una fuerte resistencia a las tropas del califato omeya de Damasco, los árabes conquistaron el norte de África llegando con sus ejércitos al Atlántico antes de que la Hégira cumpliera su primer siglo. Faltaba ya muy poco para que el siguiente objetivo de la imparable expansión musulmana –apoderarse de al-Andalus- se lograra. Sin entrar ahora en las motivaciones de la ocupación árabe de la Península Ibérica ni en los ya conocidos hechos históricos que la precedieron y rodearon, creemos que la Batalla de Guadalete es uno de los hitos que de manera más determinante ha marcado la historia de España.
La escasez de datos que sobre la contienda aportan las fuentes árabes y las crónicas cristianas, así como la superposición de los mitos y leyendas con los hechos históricos, reclama aún un gran esfuerzo investigador para dar respuesta a los numerosos interrogantes aún no resueltos en relación con la Batalla de Guadalete y al conocimiento del contexto histórico en el que se enmarca. Otro tanto sucede con los perfiles de sus principales protagonistas entre los que sobresalen Musa, Tarif, Táriq, Don Rodrigo, el conde Don Julian y su hija Florinda (tal vez una figura de leyenda), los hijos de Witiza y sus hermanos Oppas y Sisberto, Teodomiro… personajes todos que precisan de una profunda y rigurosa revisión histórica.
En los movimientos preparativos de la intervención parece estar una primera expedición en 710 al mando del bereber Tarif ben Malik (Abu Zar´a Tarif en otras fuentes) para inspeccionar el territorio, a la que se refieren diferentes historiadores árabes. A ella seguirían, en una operación que tuvo lugar a lo largo del mes de Rayab del año 92 H. o del mes de Shaban (abril o mayo de 711), las tropas de Tariq ibn Ziyad, gobernador de Tánger, enviado por el wali de la región, Musa ibn Nusayr. Tariq fue desembarcando tropas al abrigo del monte que luego tomaría su nombre, Yabal Tariq (Gibraltar), hasta conformar una fuerza militar con la que emprender la conquista de al-Andalus. Apenas dos meses después, los ejércitos de Tariq y de Rodrigo se van a enfrentar en un lugar indeterminado entre el Campo de Gibraltar y el valle del Guadalete el 19 de julio de 711 (28 de Ramadán del 92 H.), en un duro y prolongado combate que una semana después, el 26 de julio (5 de Sawwal del 92 H.), se saldará a favor de los musulmanes.
el escenario
El lugar exacto donde tuvo lugar aquella confrontación histórica, al igual que la duración y el desarrollo de la misma o el número de contendientes por uno y otro bando, son objeto de debate por los historiadores toda vez que las fuentes documentales árabes y cristianas son, en muchos puntos, algo confusas y aún contradictorias. Entre los escenarios que se proponen en distintas crónicas y fuentes clásicas, además del Guadalete, figuran el río Barbate, la Laguna de La Janda, las inmediaciones de Vejer, los alrededores de Medina Sidonia, las orillas del Guadarranque, o las de un “lago” o “laguna” sin determinar. Sobra decir que los emplazamientos propuestos por los autores locales que en los últimos cinco siglos han escrito sobre Historia de Jerez (Llanos de Caulina, Llanos de La Ina, alrededores de La Cartuja y Lomopardo…) carecen de base científica y documental, siendo meras especulaciones escasamente fundamentadas.
Sea como fuere, en la historiografía tradicional y aún en el imaginario colectivo, se habla siempre de la Batalla de Guadalete para aludir a este suceso histórico, que historiadores como Claudio Sánchez Albornoz, tras revisar numerosas referencias tanto en fuentes árabes como cristianas, ubican en las orillas del Wadi Lakka, el río de Lacca (antigua ciudad romana en las proximidades de la Junta de los Ríos), nuestro Guadalete.
revisión
Aunque sólo sea por la oportunidad que nos brinda la conmemoración de los “trece siglos de la Batalla de Guadalete”, creemos que la ocasión puede servir de pretexto para la revisión de lo que aquel hecho supuso en la historia de nuestro país en general y de nuestro territorio en particular y aún para el estudio y la investigación de las muchas incertidumbres que todavía existen en torno a él.
De la misma manera, el contraste de nuestra historiografía tradicional con las fuentes documentales árabes puede alimentar otras reflexiones y alumbrar nuevos puntos de vista de lo que supuso un suceso histórico de tanta trascendencia como la Batalla de Guadalete. La ciudad de Jerez y sus instituciones académicas y administrativas preocupadas por la promoción de la cultura no deben dejar pasar las muchas posibilidades que ofrece la conmemoración de esta singular efemérides.