El 'Elcano' zarpa del arsenal de la Carraca para preparar su nueva travesía
El buque escuela de la Armada Española zarpará el día 10 del puerto de Cádiz en un nuevo crucero de instrucción
Lucirá el mascarón de proa restaurado y rendirá homenaje al escultor Rafael Ruiz Liébana
El buque escuela fue transformado en 2005 casi en su totalidad para sobrevivir otros 25 años
El comandante del buque-escuela de la Armada Juan Sebastián de Elcano, capitán de navío Javier Romero Caramelo, entregará en un sencillo acto un recuerdo del buque al conocido imaginero malagueño Rafael Ruiz Liébana y la representante del astillero Nereo de Málaga, Araceli Sánchez-Guitard, por haber llevado a buen término y en tiempo récord la restauración completa del mascarón de proa.
Para ello se va a realizar la travesía desde el arsenal de la Carraca en San Fernando al puerto comercial de Cádiz, donde tendrá lugar el acto sobre la una y cuarto de la tarde.
Esta figura, que representa a la diosa romana Minerva portando a sus pies el escudo de España, es la segunda copia del original que llevaba el buque en lo alto de su tajamar en 1927, cuando fue botado desde las gradas del astillero gaditano Echevarría y Larrinaga, predecesor de las actuales instalaciones que actualmente rige la empresa Navantia.
Tallado en cedro americano, este tercer mascarón ha sufrido los embates de la mar durante casi un cuarto de siglo en el que el buque ha recorrido más de medio millón de millas náuticas, la distancia equivalente a veintitrés vueltas al mundo. Así, la restauración efectuada por el imaginero Rafael Ruiz Liébana en estrecha colaboración con el astillero Nereo, tuvo que hacer frente a todos los deterioros ocasionados por la mar y la intemperie y armonizar las variadas reparaciones que se hicieron a lo largo de esos años en el arsenal de La Carraca.
El mascarón de proa solía tener relación con el nombre del buque, armador o nación constructora y se decía que era el alma de la nave y que lo amparaba en sus navegaciones. Quizás por ello, esta figura fue la ornamentación que más tardó en desaparecer de los cascos de los buques cuando la introducción del acero y de la propulsión a vapor en la construcción naval los fue haciendo más y más sobrios. Hoy en día, solo pueden admirarse estas magníficas tallas en los grandes buques-escuela y en algunos veleros de propiedad privada
En el caso del Juan Sebastián de Elcano, el primer nombre elegido para él fue Minerva, pues iba a ser el sustituto de otro velero de igual nombre comprado en el extranjero, pero que no llegó a utilizarse por no reunir las condiciones necesarias. Sin embargo, durante una visita a Cádiz del entonces presidente del gobierno de Alfonso XIII, general Primo de Rivera, el director de los astilleros le propuso que se cambiase el nombre del buque en construcción por otro más relacionado con la historia marítima española.
Desde entonces, el buque-escuela lleva el nombre del famoso circunnavegante, pero ha sido Minerva la que ha estado coronando su tajamar en sus 81 años de vida y, quizás, guiando sus navegaciones, al igual que hizo aquel trozo de madera que, según la mitología romana, esa diosa regaló a los argonautas para que, desde la proa, les avisara de los peligros en sus travesías en búsqueda del vellocino de oro.
La restauración del mascarón de proa se suma a la ambiciosa restauración y adecuación del buque escuela de la Armada en los astilleros de Navantia en San Fernando dentro de los programas de mejora de las condiciones de habitabilidad de los buques, necesaria tanto por el desgaste del tiempo como por la incorporación de la mujer a las Fuerzas Armadas, la Marina incluida. Eso hizo que el buque se pudiera ver -y fotografiar- en el dique más de treinta años después de su última gran remodelación y que sus posibilidades de seguir navegando aumentaran en otros 25 años como mínimo.
Para ello se va a realizar la travesía desde el arsenal de la Carraca en San Fernando al puerto comercial de Cádiz, donde tendrá lugar el acto sobre la una y cuarto de la tarde.
Esta figura, que representa a la diosa romana Minerva portando a sus pies el escudo de España, es la segunda copia del original que llevaba el buque en lo alto de su tajamar en 1927, cuando fue botado desde las gradas del astillero gaditano Echevarría y Larrinaga, predecesor de las actuales instalaciones que actualmente rige la empresa Navantia.
Tallado en cedro americano, este tercer mascarón ha sufrido los embates de la mar durante casi un cuarto de siglo en el que el buque ha recorrido más de medio millón de millas náuticas, la distancia equivalente a veintitrés vueltas al mundo. Así, la restauración efectuada por el imaginero Rafael Ruiz Liébana en estrecha colaboración con el astillero Nereo, tuvo que hacer frente a todos los deterioros ocasionados por la mar y la intemperie y armonizar las variadas reparaciones que se hicieron a lo largo de esos años en el arsenal de La Carraca.
El mascarón de proa solía tener relación con el nombre del buque, armador o nación constructora y se decía que era el alma de la nave y que lo amparaba en sus navegaciones. Quizás por ello, esta figura fue la ornamentación que más tardó en desaparecer de los cascos de los buques cuando la introducción del acero y de la propulsión a vapor en la construcción naval los fue haciendo más y más sobrios. Hoy en día, solo pueden admirarse estas magníficas tallas en los grandes buques-escuela y en algunos veleros de propiedad privada
En el caso del Juan Sebastián de Elcano, el primer nombre elegido para él fue Minerva, pues iba a ser el sustituto de otro velero de igual nombre comprado en el extranjero, pero que no llegó a utilizarse por no reunir las condiciones necesarias. Sin embargo, durante una visita a Cádiz del entonces presidente del gobierno de Alfonso XIII, general Primo de Rivera, el director de los astilleros le propuso que se cambiase el nombre del buque en construcción por otro más relacionado con la historia marítima española.
Desde entonces, el buque-escuela lleva el nombre del famoso circunnavegante, pero ha sido Minerva la que ha estado coronando su tajamar en sus 81 años de vida y, quizás, guiando sus navegaciones, al igual que hizo aquel trozo de madera que, según la mitología romana, esa diosa regaló a los argonautas para que, desde la proa, les avisara de los peligros en sus travesías en búsqueda del vellocino de oro.
La restauración del mascarón de proa se suma a la ambiciosa restauración y adecuación del buque escuela de la Armada en los astilleros de Navantia en San Fernando dentro de los programas de mejora de las condiciones de habitabilidad de los buques, necesaria tanto por el desgaste del tiempo como por la incorporación de la mujer a las Fuerzas Armadas, la Marina incluida. Eso hizo que el buque se pudiera ver -y fotografiar- en el dique más de treinta años después de su última gran remodelación y que sus posibilidades de seguir navegando aumentaran en otros 25 años como mínimo.
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