Hablemos de ruina y espinas
El Ayuntamiento sigue estando en el centro de todo. Y si nos remitimos a los hechos, tampoco hay visos de que esto cambie a corto plazo
Hace aproximadamente un año, Germán Fonteseca publicó en las mismas páginas de este periódico un informe sobre las productividades y gratificaciones que estaba cobrando una parte importante de la plantilla municipal. Unos extras salariales que obedecían en muchos casos a una gracia, a una concesión del antiguo poder establecido, que elevaba a niveles desorbitados algunas nóminas y, en otros casos, acrecentaban las desigualdades económicas entre dos personas encomendadas para la misma función, por el mero hecho de disfrutar de esa gracia bajo criterios que bien podrían ser arbitrarios o cuestionables.
El gobierno de entonces, el de hace un año, -hasta en el PP se cuidan de citar las siglas para no herir sensibilidades- tuvo en sus manos llevar a buen término la tan reclamada RPT y establecer una nueva, ordenada y estructurada configuración del organigrama laboral municipal, bajo precisos conceptos salariales, pero, a la luz y evidencia de las cifras publicadas, o no supo medir los tiempos o temió una revuelta dañina para sus intereses electorales -cosa que finalmente sucedió sin necesidad de adoptar medidas tan valientes como necesarias-.
Mientras tanto, las posibilidades económicas del Consistorio se han ido consumiendo poco a poco y la pesada carga salarial se ha convertido en un problema -uno entre muchos otros- al que hay que poner límites, ya que no los habrá en el número de empleados. Como canta Vetusta Morla, “hablemos de ruina y espinas”.
Porque al Gobierno del PP le ha tocado hablar de “ruina y espinas”, pero sobre todo de afrontar los hechos. Precisamente, mañana se cumple un mes desde su toma de posesión, y si echamos la vista atrás podremos encontrar soluciones aportadas a problemas concretos, algunos de ellos enconados, su capacidad para abrir nuevas vías de diálogo, para devolver cierta sensación de normalidad al día a día, cierto desahogo, pero el Ayuntamiento sigue estando en el centro de todo, sigue siendo el tema del día y objeto de conversación permanente. Y si nos remitimos a los hechos, tampoco hay visos de que esto vaya a cambiar a corto plazo, aunque sí la sensación de que de ésta sólo se sale tomando decisiones, las que se echaron en falta en su momento, y eso le abre la puerta a cierta flexibilidad en las posturas de los demás interlocutores implicados en el asunto. Y hay que tomar decisiones, porque, caso contrario, seguiremos hablando de ruina y espinas por mucho tiempo, y Jerez lo que necesita es que no se hable tanto de su Ayuntamiento, de sus números rojos, de sus deudas, de sus empresas deficitarias, de sus retrasos con las concesionarias...
De hecho, a tenor de los últimos datos, al Gobierno de María José García-Pelayo le ha tocado ya el turno de pasar a la acción. Su descripción del escenario consistorial está plagada de referencias, detalles y un efectivo realismo -hay quien lo ha adjetivado también como “apocalíptico”-; sabemos por dónde hace aguas la casa y por dónde se ha bloqueado la entrada de oxígeno, incluso que lo más aconsejable sería atrancar la puerta y echar la llave por debajo -la alusión ya se le ha pasado por la cabeza a más de un alcalde y alcaldesa, y lo que es peor, comienza a extenderse por organismos supramunicipales-, pero nunca debe haber cabida a tan pronta decepción ni entrega.
Muestra de ello es que Pelayo ya ha dicho en voz alta la frase tabú -recortar los salarios de la plantilla- y se ha encontrado con más comprensión que rechazo, si quieren hasta con más dudas que rechazo, pero siempre el rechazo a un nivel inferior. El objetivo de adoptar decisiones “legales y definitivas” es el leit motiv bajo el que ha presentado la primera de sus grandes medidas de ahorro, pero ni es ni puede ser la única, mientras aguarda a que las gestiones ante el Ministerio de Economía desbloqueen parcialmente la participación en los ingresos del Estado y, de paso, acogerse a una operación de financiación con el ICO con la que ir solventando parte de la deuda con proveedores, de manera que, si no la ruina, al menos sí pueda sacudirse las espinas.
Zahav le da otra ‘gran noticia’ a la ciudad
Para el anterior gobierno municipal, Zahav se convirtió en una de las grandes noticias, de los grandes anuncios, de cara a revitalizar la actividad industrial en Jerez y propiciar la creación de empleo. Esta semana, Zahav le ha ofrecido en bandeja al nuevo gobierno otra gran noticia: la renuncia a los 80.000 m2 de suelo industrial urbanizado que tenía reservados en la Ciudad del Transporte. Lo que, entre otras cosas, permitirá que no sólo se hable de Zahav en la apuesta industrial.
Cojetusa se atiene a lo sellado en un papel
Ni mediaciones, ni reuniones a tres bandas, ni promesas. Cojetusa sólo quiere su dinero, lo que se le debe, lo que le debe el Ayuntamiento, aunque a éste se lo deba Urbanos Amarillos. En mayo, cuando la ex concesionaria amenazó con demandar al Consistorio, María del Carmen Martínez intentó calmar a la empresa: “Se pagará en unos días”. Hasta hoy. Porque tampoco había “un puto euro”, ni lo hay ahora, como le ocurre a Aguirre en Madrid.
El gobierno de entonces, el de hace un año, -hasta en el PP se cuidan de citar las siglas para no herir sensibilidades- tuvo en sus manos llevar a buen término la tan reclamada RPT y establecer una nueva, ordenada y estructurada configuración del organigrama laboral municipal, bajo precisos conceptos salariales, pero, a la luz y evidencia de las cifras publicadas, o no supo medir los tiempos o temió una revuelta dañina para sus intereses electorales -cosa que finalmente sucedió sin necesidad de adoptar medidas tan valientes como necesarias-.
Mientras tanto, las posibilidades económicas del Consistorio se han ido consumiendo poco a poco y la pesada carga salarial se ha convertido en un problema -uno entre muchos otros- al que hay que poner límites, ya que no los habrá en el número de empleados. Como canta Vetusta Morla, “hablemos de ruina y espinas”.
Porque al Gobierno del PP le ha tocado hablar de “ruina y espinas”, pero sobre todo de afrontar los hechos. Precisamente, mañana se cumple un mes desde su toma de posesión, y si echamos la vista atrás podremos encontrar soluciones aportadas a problemas concretos, algunos de ellos enconados, su capacidad para abrir nuevas vías de diálogo, para devolver cierta sensación de normalidad al día a día, cierto desahogo, pero el Ayuntamiento sigue estando en el centro de todo, sigue siendo el tema del día y objeto de conversación permanente. Y si nos remitimos a los hechos, tampoco hay visos de que esto vaya a cambiar a corto plazo, aunque sí la sensación de que de ésta sólo se sale tomando decisiones, las que se echaron en falta en su momento, y eso le abre la puerta a cierta flexibilidad en las posturas de los demás interlocutores implicados en el asunto. Y hay que tomar decisiones, porque, caso contrario, seguiremos hablando de ruina y espinas por mucho tiempo, y Jerez lo que necesita es que no se hable tanto de su Ayuntamiento, de sus números rojos, de sus deudas, de sus empresas deficitarias, de sus retrasos con las concesionarias...
De hecho, a tenor de los últimos datos, al Gobierno de María José García-Pelayo le ha tocado ya el turno de pasar a la acción. Su descripción del escenario consistorial está plagada de referencias, detalles y un efectivo realismo -hay quien lo ha adjetivado también como “apocalíptico”-; sabemos por dónde hace aguas la casa y por dónde se ha bloqueado la entrada de oxígeno, incluso que lo más aconsejable sería atrancar la puerta y echar la llave por debajo -la alusión ya se le ha pasado por la cabeza a más de un alcalde y alcaldesa, y lo que es peor, comienza a extenderse por organismos supramunicipales-, pero nunca debe haber cabida a tan pronta decepción ni entrega.
Muestra de ello es que Pelayo ya ha dicho en voz alta la frase tabú -recortar los salarios de la plantilla- y se ha encontrado con más comprensión que rechazo, si quieren hasta con más dudas que rechazo, pero siempre el rechazo a un nivel inferior. El objetivo de adoptar decisiones “legales y definitivas” es el leit motiv bajo el que ha presentado la primera de sus grandes medidas de ahorro, pero ni es ni puede ser la única, mientras aguarda a que las gestiones ante el Ministerio de Economía desbloqueen parcialmente la participación en los ingresos del Estado y, de paso, acogerse a una operación de financiación con el ICO con la que ir solventando parte de la deuda con proveedores, de manera que, si no la ruina, al menos sí pueda sacudirse las espinas.
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Ni mediaciones, ni reuniones a tres bandas, ni promesas. Cojetusa sólo quiere su dinero, lo que se le debe, lo que le debe el Ayuntamiento, aunque a éste se lo deba Urbanos Amarillos. En mayo, cuando la ex concesionaria amenazó con demandar al Consistorio, María del Carmen Martínez intentó calmar a la empresa: “Se pagará en unos días”. Hasta hoy. Porque tampoco había “un puto euro”, ni lo hay ahora, como le ocurre a Aguirre en Madrid.
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