Los niños con los niños, las niñas con las niñas es una vieja canción hoy por fortuna completamente obsoleta. Casi tanto como dar vuelta a la tortilla. La ministra Carmen Calvo en contraposición coherente frente a esa mentalidad decimonónica, declaró el pasado día 25 de noviembre, ante la manifestación de repulsa de la violencia contra las mujeres “
echamos en falta que las pancartas anti violencia las lleven los hombres”, acertada reclamación y justo reconocimiento al hecho de que no todo ser humano a quien crezca vello en la cara es un asesino de mujeres en potencia. Y, sí, es cierto, esas pancartas debían haberlas llevado hombres, naturalmente, porque habría confirmado el rechazo masculino a cualquier tipo de violencia empezando en este momento por la repulsa del maltrato a la mujer. Habría sido posible si las mujeres, convocantes de la manifestación, hubieran accedido, pero no lo permitieron.
Si las pancartas las hubieran podido llevar hombres, las mujeres habrían ganado visibilidad, pues se habría reconocido un apoyo real, visible, consciente. Habría demostrado que la brutalidad es de otros y ellas no están solas en su reclamación. Pero en la medida en que el feminismo dice reclamar
igualdad, y así debe ser en una reivindicación compartida, al menos en Sevilla las organizadoras en vez de igualdad simplemente despreciaron al hombre al oponerse a su presencia en la manifestación, en clara discriminación sólo por ser hombres, y todo lo más si acaso, colocarse detrás, desdeñando el apoyo masculino. Fórmula reñida con la democracia por distante del supuesto deseo de igualdad que dicen perseguir.
O el movimiento feminista se aparta de perseguir la misma supremacía con anterioridad practicada por los hombres, o rechaza la preponderancia y superioridad pretendida con esta forma de actuar, o sea: renuncia al intento de “darle la vuelta a la tortilla”, o perderá toda credibilidad. Si el feminismo realmente
persigue la igualdad, deberían ser las primeras en rechazar todo comportamiento discriminatorio contra el varón, con más motivo enfrentarse a quien se propone a apoyar su reivindicación.