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Un paso adelante: una historia de resiliencia y superación

Juan José Pinedo lleva 35 años viviendo sin parte de su pierna izquierda tras una amputación sufrida en un accidente laboral

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  • Juan José Pinedo. -

Explorar el mundo a través de los ojos de personas que sufren de una amputación traumática es adentrarse en un universo de resiliencia, valentía y superación. Personas que han forjado un camino único y valiente hacia la aceptación y la redefinición del concepto de capacidad.

Se suele decir que más vale querer que poder, porque la voluntad supera cualquier capacidad. Este antiguo refrán refleja el día a día de las personas que padecen una amputación traumática. Esta condición implica la pérdida de una parte del cuerpo como resultado de un accidente o lesión. La vida para las personas que sufren esta condición no es fácil. Además de las limitaciones físicas con las que ya conviven, las personas con amputación traumática tienen que hacerle frente a otras limitaciones, como la discriminación, y enfrentarse a los prejuicios que se imponen en la sociedad. “La gente es muy incívica”, dice indignado Juan José Pinedo, quién lleva 35 años viviendo sin parte de su pierna izquierda. “He ido a la playa con mi padre, y he tenido que presenciar miradas raras y cuchicheos mientras le miraban la pierna”, comenta disgustada una de las hijas de Juan José Pinedo Ávila.

Del latín amputare, que significa cortar, amputación traumática es el término médico para referirse a la pérdida de una parte del cuerpo, generalmente un dedo de la mano o del pie, un brazo o una pierna, que ocurre como resultado de un accidente o lesión, según la revista médica de Clínica Las Condes. “Todos los tipos de agenesia, juntos tienden a ser un porcentaje muy bajo respecto a las amputaciones por problemas circulatorios o traumáticos”, explica Daniel García Jurado, médico especializado en ortopedia y traumatología, y director ejecutivo de la Ortopedia Garo. Pero, aunque estas personas socialmente se encuentren en un rincón de la sociedad, tienen la fuerza necesaria y la determinación para superar cualquier limitación física.

Reconstruyendo una vida

Juan José Pinedo Ávila es conocido como Pericote, “el mote es por mi abuelo, al que le decían perico porque cantaba bien”. Pericote trabajaba como peón de albañil cuando, con 23 años, sufrió un accidente que le cambió la vida. “El 23 es el número de mala suerte en mi familia porque mi hermano y mi suegro murieron un 23, y fue el 23 de marzo de 1988 cuando sufrí el accidente”, cuenta preocupado Pericote. Un día en el trabajo, Juan José estaba poniendo unas planchas “con la mala suerte que una se soltó y me cogió la pierna y con la otra plancha que estaba en el suelo hicieron tijera”. Juan José no sintió dolor alguno. “Yo lo que sentía era un hormigueo”. Fue imposible salvar la pierna. En la ambulancia los médicos discutían la posibilidad de llevarlo a Sevilla para reconstruirla, cuando otro médico dijo que “esta pierna ya está perdida”. Lo único que recuerda es que despertó con unas manos en la cara y una voz que le decía, “venga, ve despertándote que ya ha pasado todo”.

En la habitación le recibieron sus familiares y su novia. Todos se encontraban preocupados porque pensaban que Juan José iba a estar decaído. Pero no fue así. “Nada, estas cosas ocurren y me ha pasado a mí”, explica con una actitud conforme. Juan José nunca se vino abajo. Supo que tenía que afrontar esta situación de la mejor manera posible, curarse y aprender a convivir con ello en el día a día. Pericote expresa, entre risas, que cuando le visitaban durante su estancia en el hospital, lo primero que hacían era levantarle la sábana para verle la pierna y él les decía “quien me quiera ver el pajarito que me pague”. Pericote nunca perdió su sentido del humor. Y es que la risa es una gran medicina. No ha dejado que este accidente le quite algo verdaderamente importante. “Sin pierna se puede vivir, pero sin gracia no”. Cuenta su historia entre chistes, lo cual le ha ayudado a afrontar su situación de una forma más llevadera.

Optimismo

Juan José Pinedo sobrevivió a un accidente laboral que le cambió la vida. Perdió el tercio medio inferior de la pierna izquierda. Él mismo asegura que se considera una persona que, pese a su condición, vive la vida como puede. “Me tomo las cosas tal y como vengan, no me voy a sofocar, si me ha tocado vivir esto, pues qué voy a hacer, solo me queda mirar hacia adelante”.

La paciencia es una gran virtud que las personas con discapacidad se ven obligadas a adoptar. Juan José Pinedo no obtuvo su tarjeta de movilidad reducida hasta los 53 años, 30 años después de su accidente. ¿Y por qué tardaron tantos años en concederle una tarjeta que le facilita la vida? La respuesta de los médicos es decepcionante. Le decían que no la necesitaba porque podía usar el transporte público. “Me veían que andaba normal, decían que podía bajarme del coche perfectamente o coger el autobús”, relata indignado Juan José. Pero lo que no tenían en cuenta es que no siempre podía aparcar en lugares estrechos, o que a veces le dolía la pierna, lo que le dificultaba la conducción.

“Yo cambio todo lo que tengo. Mi puesto de trabajo y mi dinero te lo doy. Te daría todo lo que yo tengo, pero que yo tuviera mis dos piernas, y ahora la tarjeta para ti, todos los días aparcáis cerca”, exclama enfurecido Juan José, en respuesta a las personas que le recriminan que él, al tener la tarjeta, puede aparcar en todos lados. “Me voy a cortar yo la pierna para poder aparcar donde yo quiera”, es uno de los desagradables comentarios que ha tenido que soportar Pericote a lo largo de su vida. Existen personas que realmente piensan que los aparcamientos para personas con movilidad reducida son un capricho. Han sido muchas las peleas en las que Juan José se ha visto envuelto a causa de la poca empatía de la gente. “La gente es muy incívica. Lo más difícil de mi condición es tratar con personas así. Siempre hay pelea”.

“Tratar con niños que sufren la ausencia de uno o más miembros es lo más difícil de mi trabajo”, confiesa Daniel Garo. Después de tres décadas en el mundo ortopédico, trabajar con estos casos sigue siendo un impacto que resuena en su corazón profesional.

La visión médica

Daniel García Jurado es médico ortopeda y es conocido comúnmente como Daniel Garo por su puesto como productor ejecutivo de la Ortopedia Garo. Para este profesional ortoprotésico, lo más difícil a la hora de trabajar con personas que hayan sufrido una amputación traumática es conseguir un acople funcional de la prótesis. Esto es fundamental para que los patrones de utilización sean semejantes a un miembro sano. “Esto dependerá mucho del tipo de muñón y de la capacidad del paciente, ya que la mayoría son personas mayores”, explica el ortopeda. Lo distintivo de las personas que padecen una amputación traumática es que su condición no es congénita, a diferencia de las personas con agenesia. “La diferencia fundamental es que los pacientes con agenesia no tienen un patrón mental de utilización anterior, con lo que les cuesta más el aprendizaje. En contraposición, los traumatismos en la mayoría de los casos presentan dolor fantasma por ese mismo patrón que mantienen con el miembro perdido”, detalla Daniel Garo. El ortopeda reivindica que desde las instituciones y el sistema de salud no hay suficiente concienciación y empatía hacia las personas que sufren esta condición: “Hasta ahora no hemos conseguido que las prestaciones se equiparen a la realidad de los avances tecnológicos y los pacientes puedan tener acceso a esto”.

Reconstrucción familiar
“Estas cosas las recuerdas y te pones triste, obviamente. Pero a mí me gusta que me cuentes esta historia porque yo no había nacido”, cuenta Elisabet Pinedo en una conversación con su abuela Francisca Ávila. Juan José Pinedo, padre de Elisabet, sufrió un accidente por el que perdió parte de su pierna. A ella le gusta pedirle a su abuela Paca -de Francisca-, madre de Juan José, que le cuente cómo vivió el accidente de su hijo. Elisabet relata que cuando ella era pequeña, para ella la condición de su padre era lo normal. “Cuando hablaba con mis amigas para mí lo normal era que a alguien le faltara una pierna, los raros éramos nosotros por tener dos”.

Paca confiesa que está muy agradecida con Isabel, su nuera. “A mi hijo le tocó una buena mujer. Ella estaba con él cuando sufrió el accidente y en ningún momento le importó que le faltara una pierna”. Paca temía que rechazasen a su hijo por su condición. “Para una madre eso es lo peor”. “Y a día de hoy lo sigue queriendo. Mi hijo dio con una buena persona”, cuenta aliviada Paca. Como madre, Paca siempre se esforzó en mantenerse fuerte para su hijo. “Yo le decía que gracias a Dios estaba bien”.

En la familia de Juan José estaban muy preocupados por él después de su accidente. “Mi hermano era una persona muy pesimista. Teníamos miedo de que cayera en depresión”, declara Carmen Pinedo, hermana de Juan José. Carmen confiesa que, por una parte, el perder su pierna ha sido algo positivo para su hermano. “El accidente le cambió la manera de ver las cosas. Parece que le quitaron su pierna y con la pierna se fue su manera pesimista de ver la vida”.

La empatía, el apoyo y la inclusión

Detrás de cada historia de personas que han sufrido una amputación traumática se encuentra un relato de superación y determinación. Estas personas han enfrentado desafíos que la mayoría no puede imaginar. A través de las experiencias compartidas, se puede aprender acerca de la importancia de la empatía, el apoyo y la inclusión. Las personas que han sufrido una amputación traumática no solo han conseguido reconstruirse físicamente, sino que también han demostrado una increíble capacidad para transformar el dolor en poder, convirtiéndose en fuentes de inspiración para quienes los rodean. La verdadera fortaleza no radica en la ausencia de desafíos, sino en la habilidad de enfrentarlos y seguir adelante.

Cada historia es única, pero todas comparten un mensaje común: La fuerza humana puede superar cualquier adversidad. Queda todavía un largo camino por recorrer en cuanto a la igualdad de estas personas, que todavía sufren discriminación laboral, sanitaria y sobre todo social. “Espero que este reportaje llegue a concienciar a los cuerpos de seguridad del estado, y también a aquellas personas que nos hacen más complicada la vida a las personas como yo”, denuncia Juan José Pinedo.

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