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Hablillas

Una de crochet

Se nos ha metido en la cabeza y la única forma de sacarla es hacerla realidad, darle forma y color para disfrutarla

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Tejer está de moda y cuando esta coletilla se afirma en más de un titular, en realidad evoca algo tan efímero como una época, según el indispensable Moliner, un período determinado, durante una o dos temporadas. Eso se pensó después del confinamiento, que los ovillos de lana sobrantes iban a quedarse agrupados, dando color al centro de la mesa. En realidad, quedan bien y así habrá sido en algunos hogares, pero en la mayoría se siguen reponiendo para alimentar una afición de abuelita, de mujer muy mayor hasta ahora y que actualmente no tiene edad.

No es raro que, durante una búsqueda por Internet, aparezcan jerseys, rebecas, blusas o vestidos tejidos a crochet, remitiendo al enlace de la tienda de hilos o lanas utilizados. Si sucumbimos a la tentación, entramos en un paraíso de colores ovillados sin posibilidad de caricia, pero tan tentador como la distancia que nos separa, disparando la mente que empieza a diseñar sin permiso ni límite de tiempo, porque aunque nos reconduzcamos a la consulta inicial el boceto, la idea es tan insistente como el relumbre de un faro. Se nos ha metido en la cabeza y la única forma de sacarla es hacerla realidad, darle forma y color para disfrutarla.

Cierto, durante el confinamiento se han retomado las labores artesanales y nos han demostrado que no sólo distraen, sino que han logrado aportar equilibrio en muchos casos al trabajar la concentración. Volver a enredarnos en los hilos y las lanas nos ha llevado a las sobremesas de nuestra infancia, cuando nos sentaban a ayudar a devanar una madeja para ver crecer el tapete calado, la aplicación de la colcha de un ajuar ilusionante o la manta de colorines para el sofá. El salto a ser moda, a elevar este trabajo al nivel de tendencia no demuestra tanto el éxito como el reconocimiento, porque hasta hace unos años los prejuicios identificaron al croché con la mujer de su casa y la evocación colateral. El tiempo se ha encargado de colocarlo en un lugar preeminente, porque enorgullece llevar puesta una prenda realizada por uno mismo o verla en un familiar o alguien querido. Y para reafirmarse como vocación, desde hace años el segundo sábado de junio se celebra el Día Mundial de tejer en público, al aire libre.

Este año, la víspera de Corpus se ha vestido de color con ovillos, un ganchillo y muchas ganas de compartir ideas. Si nos asomamos a la pantalla veremos fotos y videos de encuentros anteriores con los trabajos descansando sobre la mesa o el regazo, mientras las cadenetas y los puntos altos hacen realidad un diseño bajo la claridad tamizada por los árboles.

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