En septiembre de 2007, fallecía en Madrid Concha Lagos. Nacida en Córdoba en 1907, se casó con Mariano Lagos, fotógrafo y arquitecto gallego. De él, tomó el apellido que la consagró como una de las figuras femeninas literarias más relevantes del pasado siglo.
Entre 1950 y 1960, coordinó en su domicilio de la Gran Vía, la Tertulia Literaria “Los Viernes de Ágora”, que derivaría,más tarde, en la colección de poesía “Ágora”, y en la revista “Cuadernos de Ágora (1955 - 1964)”. Su casa, su empeño editorial, sus líricas páginas, acogieron a un amplio abanico de autoras y autores de aquellas décadas que empezaban a despuntar como nombres imprescindibles en las posteriores letras hispánicas.
Concha Lagos vivió en tiempos complejos para las mujeres, mas nunca se rindió, pese la evidencia de que su condición de intelectual iba en contra de la vergonzante discriminación de la dictadura (Ella misma relata en su libro “La madeja”, que a la cabeza de la dirección de sus “Cuadernos de Ágora” debía figurar el nombre de un “caballero con carné de periodista”, pues la Dirección de Prensa del Ministerio no le permitía poner el suyo).
Solidaria y generosa para con tantas y tantos, vio como sus poemarios encontraban dificultades para editarse. Y, sin embargo, su férrea voluntad y su pasión por la palabra pudieron más que cualquier otro obstáculo.
Recuerdo bien la vez primera que la conocí. Aún lejano de mis primeros pasos poéticos, me sorprendió su serenidad y su confianza. Nunca olvidaré aquellas palabras que quiso compartirme: “En los libros hay un sinfín secretos. Lee mucho, y los desvelarás”.
Su memoria está, de nuevo, vigente en mí, ahora queTorremozasreedita “Teoría de la inseguridad”, un volumen publicado en 1981 y muy significativo de entre los más de sus treinta poemarios.
Juana Murrillo se ha encargado de la edición, introducción y notas y ha completado un excelente trabajo, donde da cuenta del acontecer vital y lírico de la autora cordobesa.
La esencialidad del volumen se adivina desde la cita de Antonio Machado que sirve de pórtico: “Nada, nadie, nunca./ Tres palabras terribles”. Y, también, desdela simbología de la imagen elegida para aquella primera edición. Así lo advierte la propia Juana Murillo en su estudio previo: “La concha de peregrino que ilustra la portada (…) invita al lector a realizar un viaje, a través de la mirada de la autora, ante el mundo que la rodea, tiempo y lugares donde la duda se ha instalado y ha colmado de inseguridades las respuestas recibidas”.
Dividido en siete apartados, el conjunto viene tamizado por un acentuado tono místico, donde la figura de Santa Teresa cobra principal trascendencia. Porque la reflexión y la honda mirada teresianas, se hacen aquí interrogante humano, incertidumbre,
inseguridad teórica y práctica a la hora de avanzar en pos de una verdad que allane el futuro, que clarifique el horizonte.
El paso del tiempo, el amor y la muerte, se hacen, a su vez, trino y uno y se aúnanen un verso vigoroso, sensible, íntimo si común. El mismo que Concha Lagos quiso,siempre, para sí. Y para nosotros: “En mi poesía podrán encontrarse poemas más o menos certeros, pero siempre auténticos, directamente del corazón al papel”.