Una herramienta

Publicado: 02/04/2023
Eso es legítimo cuando tu intención es la de fabricar una herramienta mejor, que sea más democrática, que corrija los fallos de la que abandonas
No les falta razón a quienes dicen que un partido es una herramienta, excepto en las intenciones: generalmente, para justificar el cambio de bando a conveniencia. Es una frase que suele esgrimir quien no se dedica a que la herramienta funcione ni respeta los fundamentos democráticos que, con miles de horas de trabajo, definen la herramienta.

No es un cuchillo que puedas cambiar por una azada; un partido es la granja entera, con sus turnos, su campo cultivado y en barbecho, vigilancia, objetivosy reglas que protegen a quien lo trabaja. Es una factoría entera con prevención de riesgos laborales y convenio. Posiblemente si quieres cambiar de herramienta es porque en la primera no has pasado de ser peón y quieres ser encargado de planta de la próxima, aunque no tenga seguridad laboral, aunque no proteja a quien la sostiene. El partido es de quien lo trabaja.

Véase que quienes usan la excusa de la herramienta no suelen cambiarse a un partido consolidado que también tiene normas y donde habrían de guardar cola: hacen un partido nuevo. Eso es legítimo cuando tu intención es la de fabricar una herramienta mejor, que sea más democrática, que corrija los fallos de la que abandonas, pero entonces no tiene sentido que se trate de una herramienta meramente electoral, mal definida justo antes de las elecciones, con todo el trabajo que conlleva la estructuración y funcionamiento de una organización seria. Si te preocupa algo más que tu propio puesto, entonces te preocuparán estas cosas: debe haber un órgano que provea de garantías democráticas para proteger los derechos de los que son pocos frente a la voluntad de los que son muchos; debe haber un sistema de comunicación y verificación interna que dé rango de cosa hecha a los procesos de las pequeñas agrupaciones, llámense círculos, asambleas o lo que sea; debe haber unas funciones definidas y un sistema de plazos y garantías para elegir y revocar cargos; debe haber unos límites claros entre las potestades del nivel estatal, autonómico, provincial y municipal; debe haber luz y letra en todos los aspectos cotidianos o excepcionales para que no se convierta en un sistema de señores feudales; debe procurar una metodología para que todos comprendan y participen de estos sistemas y de su mejora; debe levantar el sistema de caminos bidireccionales para que el programa político sea democrático.

Esto, ya os lo he dicho, son miles de horas de trabajo de cientos de personas, y me parece de una incultura democrática y de un desprecio humano acojonante que venga cualquiera a decirnos que lo que tenemos es apego a las siglas. Pero ¿tú sabes lo que hay detrás de unas siglas? ¿Tú sabes la desesperación que se siente cuando ni uno de los que opina a través de los altavoces unidireccionales jamás ha echado una hora gratis para levantar el proyecto? Por cierto, no quiero dejar escapar la ocasión para señalar de que los más faltones, cáusticos y agresivos usuarios de redes sociales consagrados a defender Podemos atacando a los demás tampoco lo hacen; no son gente, en general, a la que vayas a ver en la asamblea de un círculo, pegando un cartel, asumiendo una responsabilidad orgánica y callándose un rato para dedicarlo al trabajo.

No digáis más que un partido es una herramienta desde la falta de respeto a las herramientas. Las fabricó alguien que sigue trabajando en su mejora. Necesitan para su funcionamiento de miles de invisibles que son todos mis hermanos, y de los que nunca habláis. Entendéis la política como una lucha de empresarios que hacen bien en deslocalizar sus intereses, aunque abandonen cunas y tumbas. La herramienta está formada por cabezas, corazones y cuerpos; respeto. El partido es de quien lo trabaja.

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