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Miércoles 24/04/2024  

El cementerio de los ingleses

Contra ti

Les confieso que estoy triste porque se ha utilizado a un señor muy mayor para presentar una moción absurda

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Vaya por delante que la ideología no es la base de este artículo que están empezando a leer, porque los últimos días me han quemado la sangre de tal manera que tengo estopa para todo el mundo. Quizá, en mi opinión, el mejor parado de todos los participantes en la (por fin) acabada moción de censura haya sido Gabriel Rufián. Su intervención sobre "ratones votando a gatos, contra sus intereses creyendo que votan a favor de sus principios" me parece una gran puerta a la reflexión por parte de todos los grupos intervinientes. Sin embargo, reconozco que esperaba un mejor nivel por parte de cuantos subieron a la tarima del Congreso. No sé si las expectativas eran muy altas o es que algunos representantes del pueblo deberían repasar el Micho 1.

La mayoría de comentarios, críticas e incluso chanzas que han dejado estos dos días de vodevil parlamentario han ido dirigidos a la avanzada edad del candidato, Ramón Tamames. "Un líder que sabe que no puede aguantar tres réplicas seguidas", dijo el propio Rufián. "Hasta VOX se arrepiente de no poder meterlo de nuevo en el baúl de los recuerdos con doña Rogelia y los demás muñecos", decía el periodista Javier Gallego. Y así podríamos seguir toda la semana. Sin embargo, hubo civilizaciones hacia las que miramos con admiración histórica que tenían la gerontocracia como modelo de Estado y
la Asamblea de Ancianos como órgano de poder. Habría otras razones para criticar la candidatura de Tamames o para cuestionar su idoneidad para aspirar a ser nuevo presidente del Gobierno. Su pasado tránsfuga, sin ir más lejos, habría sido una buen punta de lanza. Pero se ha ido a lo fácil y eso a mí, como persona que ha crecido bajo la crianza de sus abuelos, me molesta enormemente.

Desde el punto de vista estrictamente político, lo cierto es que me sorprendió alguna barbaridad que afirmó el hasta ahora candidato: situar el comienzo de la Guerra Civil en 1934, que es una vieja falacia para justificar el golpe de estado de Franco y demás traidores, es un insulto a la Historia de nuestro país. Afirmar, como hizo, que en aquellos años hubo menos violaciones que "con la oleada feminista" de nuestros días, ofende a la inteligencia: lo que había eran menos delitos de violación porque en aquel entonces no se consideraba delito. Y la intervención en la que dijo al diputado Joan Baldoví (Compromís) que "el grito está bien para la independencia de Cuba" o a Patxi López que "estaba al borde del infarto" fueron propias de un episodio de El Club de la Comedia. Reconozco que siento mencionar a ese programa que solía ser un referente humorístico para los amantes de la stand up comedy y que ahora es un símil recurrente cuando un discurso que pretende ser serio camina en la delgada línea entre lo cómico y lo grotesco.

Sin embargo, también les confieso que habría preferido ver dos días de monólogos de aquel programa que el esperpento (viva Valle Inclán) que se ha vivido estos días en la sede de la soberanía popular. Los Goyo Jiménez, Berto Romero, Miguel Lago, Dani Rovira y todo el sinfín de artistas del humor que han pisado esas tablas nos ofrecían un espectáculo más digno que la pantomima circense perpetrada en el Congreso de los Diputados. Y ahí quería llegar: mucho me temo que, tanto el grupo parlamentario que presentaba la moción como su candidato, era lo único que han pretendido hacer. Han convertido un instrumento constitucional en un chiste de Arévalo. ¿Qué intención pueden tener con esto? Desencantar de la política a aquellas personas que esperamos algo más de sustancia, nivel y altura de Estado. Así también se desmoviliza al electorado menos fanático. Es triste pensar que las esperanzas de un grupo parlamentario pasen por aburrir a la ciudadanía para que sólo voten los hooligans y no por plantear propuestas, presentar iniciativas o, simplemente, expresar ideas.

Les confieso que estoy triste porque se ha utilizado a un señor muy mayor para presentar una moción absurda y abocada al fracaso desde antes de que se pensara en presentarla, obteniendo como respuesta la burla y el abuso de superioridad argumental y dialéctica del resto del hemiciclo. Hablaría hasta de bullying si no fuera porque, en este caso, todas las partes se prestaron voluntariamente a ello. No obstante, permítanme esta reflexión, espero que esta parodia digna de un mal día de Martes y Trece no surta el efecto buscado del desencanto generalizado con la política. Es más, espero que la
ciudadanía se implique, en rebeldía por tan dantesco espectáculo. Parafraseando la célebre cita, si tú no haces política, otros la harán; probablemente contra ti y, lo que es peor, con tu voto. Como dijo Gabriel Rufián: "ratones votando a gatos".

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