El PP de Castilla La Mancha ha abierto un expediente informativo al concejal y exalcalde de Cabanillas del Campo (Guadalajara), Jaime Celada, después de que haya sido reconocido en un vídeo en el que cantaba el Cara al sol, brazo en alto, junto a otro grupo de personas durante una comida en un restaurante el 31 de diciembre.
De Celada no sabemos si sigue “con la camisa puesta”, pero antes de que hable y pueda empeorar las cosas ya sabe que cuenta con la censura de su propio partido: “Me parece poco ejemplar, no debemos compartir esa actitud y no me parece apropiado que una persona que ha tenido este comportamiento pueda representar al partido”, ha dicho el presidente de los populares castellano manchegos, Francisco Núñez.
Tampoco le quedaban muchas opciones, salvo la de disculparse por el error; a no ser que entienda por error el no haber tenido en cuenta que en cualquier situación, por estúpida o inocente que te parezca, siempre habrá una persona grabando con un móvil dispuesto a inmortalizar el momento, compartirlo de inmediato por redes bajo un desmedido afán de notoriedad y sin importarle las consecuencias: alguien terminará por darle las gracias.
En el fondo, Celada no deja de ser el “concejal de Cuenca” del chiste de Chiquito, pero como es del PP y este tipo de circunstancias son las que agrandan sus propios complejos, siempre habrá que contar con el PSOE o de Unidas Podemos para elevar a la generalidad la, por otro lado, lamentable actitud del exalcalde de un pueblo de diez mil habitantes al que solo le faltó decir que estaba allí pero “por el cachondeo”.
Hay que entenderlo. Estamos a cuatro meses y medio de las elecciones municipales y nos adentramos en un territorio propicio para las tarascadas desde uno y otro lado. El PP, por ejemplo, las quiere convertir en ensayo para las generales de fin de año, con el objetivo de minar las aspiraciones de reelección de Pedro Sánchez. Alberto Núñez Feijóo ha encomendado la misión al malagueño Elías Bendodo, porque es el que más sabe y porque tiene reciente lo ocurrido en las andaluzas de la pasada primavera. De hecho, le ha pedido que repita la misma estrategia a nivel nacional, lo que no siempre es sinónimo de éxito, como bien supo explicar en su día Manuel Vázquez Montalbán sobre el Barça de Van Gaal: como en el Ajax triunfó con un lateral zurdo de melena rubia, se pidió a Zenden. Y así le fue: “negativo, nunca positivo”.
Bendodo sabrá lo que hace, y en el PSOE -y en el resto de partidos también- habrá alguien que piense lo mismo. La cuestión es si terminarán por confundir sus aspiraciones electorales con las aspiraciones vitales del electorado.
Santiago Carbó defendía esta semana en un artículo publicado en El País que la clave para las municipales -para que el PSOE gane en las municipales, se entiende- estará en la evolución del mercado laboral, incluso por encima de la inflación. El discurso se antoja algo ventajista, en el sentido de que España ha cerrado 2022 con una aceptable reducción del desempleo y con el IPC más bajo de la zona euro, pero hasta el propio articulista admite la ilusoria concreción del número de parados, por culpa del fenómeno de los fijos discontinuos, a lo que hay que añadir el hecho de que la bajada del IPC -hasta el 5,6%- sigue sin reflejarse en la cesta de la compra.
En esas, el PP ya ha dado consigna para que sus candidatos insistan en el mensaje de vincular al PSOE de Pedro Sánchez con el PSOE de sus localidades, mientras que entre el PSOE y los partidos de izquierdas persiste la pretensión de vender como grandes conquistas sociales los decretos aprobados por el Gobierno de coalición, cuando lo que se dirime tiene más que ver con los problemas de cada barrio, el estado de las calles o el proyecto de ciudad, que con los pactos con ERC o el ingreso mínimo vital, por mucho que insistan en impedir disociar ambos discursos. Así, se corre el riesgo de dejarlo todo reducido a la pugna por la victoria de un partido en un partido, y a veces sin tener en cuenta al espectador.