Hermano cazador

Los niños pueden jugar a ser policías y efectivamente hacerse policías, o ladrones, cuando son adultos. Los cazadores, en la mayoría de los casos, son niños adultos que juegan a que tuvieran que ser cazadores para sobrevivir, que tuvieran que cazar para comer; muy pocos son cazadores de profesión cuya función en la sociedad es proveer de comida. La caza está llena de veraneantes. Y, hasta aquí, podríamos aceptarlo.
Pero claro, los veraneantes de la sangre quieren llevar perros y, no solo eso, quieren que estos perros no estén protegidos legalmente contra el maltrato, la tortura o la cría fuera de manos especializadas. Van de hombres duros, pero no tienen el valor de ponerse delante de una cámara para decir qué pretenden hacerles a esos perros que darían y, de hecho, dan la vida por ellos. Los quieren para buscar la perdiz que a saber detrás de qué arbusto habrá caído, y está bien que esto sea así. Pero los quieren para perseguir a un jabalí y colgarse de él con sus mandíbulas y exponerse a sus terribles colmillos, y hacer sufrir a esa bestia lo indecible hasta que llegan ellos con su escopeta, como si hubieran hecho algo aparte de senderismo hasta ese momento.
Los quieren para ahorcarlos cuando son viejos, y los ahorcan para que mueran lentamente. Ni un cartucho se gastan en matarlos sin agonía. Estoy generalizando adrede porque, además, estoy deseando que todos los cazadores a los que repugnan estas prácticas salgan a la luz pública y digan que su perro es su hermano de cacería y que a un hermano se lo defiende y se lo cuida cuando está viejo o enfermo.
Estoy generalizando adrede porque quiero que se den por aludidos todos aquellos a los que le quedan un par de huesos de mamífero bajo el pellejo de reptil. No se puede ser cazador sin respetar la vida, porque solo quien respeta la vida caza lo justo y necesario, caza lo que tiene que cazar, y cuida de la caza futura y de su manada.
Estos cazadores podrían conseguir que hasta nos cayesen bien los toreros que dicen que el toro ha nacido para sufrir en la plaza, porque al menos el torero no manda a un perro a vérselas con el toro antes de entrar él con la espada; el problema es que la mayoría de los toreros defienden la caza como es ahora, y la mayoría de los cazadores son amantes de la tauromaquia, y me juego los cojones y no los pierdo si aseguro que todos ellos al mismo tiempo son aficionados a las peleas de gallos y, por supuesto, de perros.
Y dicen que la caza es un deporte; el de mandar a un perro a que acose a un venado mientras resuellas subiendo el sendero y los cinco tíos que sí viven en y para el monte te guían para que no te pierdas o te tuercas un tobillo.
El deporte de hacer una soga para perros y matarlos.
Estaría bien que alguien le explicara al PSOE; por si no lo sabe ya, que está legislando para sádicos que quieren seguir siéndolo. Que se está quedando con un pie en el muelle y otro en la barca, que, si algún cortesano del emérito los ha llamado porque el mataelefantes estaba disgustadillo con la medida, la respuesta de un partido progresista y humanista debería ser: que el emérito se meta en agua. A esos también los estoy esperando para que se pongan delante de una cámara y expliquen con total rotundidad y franqueza qué es lo que quieren permitir que los cazadores le sigan haciendo a sus perros.
Nuestro mejor amigo se ha ganado la jubilación en muchas de sus funciones; ya no hace falta que nos defienda como hacía desde que salimos de las cuevas.
Ahora nos toca a nosotros cuidar a esos hermanos y agradecer los servicios prestados. Fueron nuestra alarma en la noche, nuestra guía en el bosque y solo merecen amor; y honor.